Sofía Arteta, exreina de la capital en 1995 y directora ejecutiva de la Fundación Reina de Quito( FRQ), habla sobre la gestión de los proyectos de ayuda que se hicieron en el 2018, sin la participación de la soberana de la ciudad. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
La Fundación Reina de Quito (FRQ) fue creada hace 33 años, por la reina de 1985, María Teresa Donoso. Uno de los objetivos era que las futuras representantes contaran con el apoyo de las exreinas, para cumplir sus proyectos. La segunda meta era construir un proyecto representativo que crezca año a año.
Este 2018 fue el primer año que la Fundación no contó con la participación de la Reina, Ana Carolina Carvajal, pues no es una obligación. La elección ha estado cada año a cargo del Patronato San José, por lo que es a esta institución a la que deben responder las reinas y las cortes electas.
Sofía Arteta, reina de 1995 y directora ejecutiva de la FRQ, asegura que la Fundación es como una hermandad que ha crecido año a año con la contribución de cada reina.
Durante su reinado, empezó la construcción de la que sería la sede de la FRQ y hace 16 años se inició el Proyecto Apoyo, que ayuda a niños con discapacidades. Un año después, para hacer un trabajo técnico óptimo, la iniciativa se convirtió en el Centro Terapéutico Aprendiendo a Vivir, que se enfoca en el Síndrome de Down.
Bebés desde los 15 días de nacidos, hasta los 5 años, asisten entre dos y cinco días a la semana. A partir de los 5 años, los niños se integran al sistema de educación regular, pero en las tardes asisten al Centro, para continuar con el seguimiento. Este año, dos jóvenes terminaron el tercero de bachillerato, por lo que nuevos retos se presentan para la Fundación: buscar espacios donde puedan continuar con su educación superior o iniciar su vida laboral.
Aunque Carvajal no aceptó el cargo de Presidenta de Honor, que se le asigna de forma automática a la reina electa, Arteta indica que la Fundación, con las 26 exreinas que están activas en la labor social, tiene una buena relación con la representante del 2018.
¿Qué significó no haber contado con la Reina en este año?
Pasaron los meses después de la elección y tuvimos que seguir adelante. Hicimos todo lo que teníamos que hacer, pero sin la Reina. En la Cena de la Rosa sí nos vimos afectadas. En ese evento específico, la Reina era la que vendía más entradas, porque usualmente llegaba a nuevas personas. Tuvimos el mismo apoyo de la empresa privada, de los medios, pero nosotras ya no pudimos vender las 500 entradas que esperábamos, sino solo 350. Eso nos afectó un montón.
Además de la Cena de la Rosa, ¿cómo consiguen el financiamiento?
Nosotras nos financiamos de distintas formas. La primera es con los ingresos de los padres de familia (la pensión del Centro se establece de acuerdo a cada caso, los representantes pagan entre el 35% y el 80% del valor total, con base en su realidad socioeconómica).
La otra es el programa de padrinos. Tenemos unos 95 padrinos que aportan en distinto valor, es una aportación voluntaria mensual.
También tenemos nuestros eventos que hacemos como FRQ para financiar. Desde hace cuatro años tenemos un ropero que nos ha ayudado un montón. Nos donan ropa y nosotras la vendemos a un precio muy bajo. Tenemos un grupo de roperas, algunas mamás de exreinas o señoras que nos quieren ayudar. Tienen turnos, voluntariamente, para sacar adelante el ropero y el financiamiento es espectacular.
Tenemos además otro grupo de voluntarias que hace un té juego una vez al año. Antes teníamos una partida presupuestaria del Municipio.
La Fundación Reina de Quito (FRQ) gestiona el Centro Terapéutico Aprendiendo a Vivir, que se enfoca en brindar ayuda a niños con síndrome de Down. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
¿Hasta qué año contaron con la partida presupuestaria?
Hasta el 2016 tuvimos partidas presupuestarias del Municipio; en ese año, las cosas cambiaron. Con Paco Moncayo, entre el 2000 y el 2009, iniciamos con un presupuesto anual de USD 21 000. Luego vino Augusto Barrera y Andrea Mina, su esposa, y se subió a USD 40 000 el aporte anual. Para nosotras fue un respiro, un apoyo.
Después vino Mauricio Rodas: el primer año sí nos dieron los USD 40 000 porque ya lo tenían presupuestado. Luego cambió la modalidad y se creó un concurso para todas las fundaciones. Nosotras participamos en el concurso, ganamos el primer año y nos dieron USD 21 000. Ganamos el segundo, y no nos dieron el monto, al tercer año nos dieron lo del segundo año y después ya no hubo presupuesto.
¿Cuál es el presupuesto anual para el Centro Terapéutico?
Son USD 303 000. Ha sido autogestión, hemos tenido los típicos angelitos cada año que al final, con su apoyo, podemos cubrir los gastos.
¿Las Reinas han tenido que buscar el financiamiento para sus proyectos propios?
Sí, es doble trabajo. Primero, es estar en los eventos, que no es fácil. Yo soy la encargada de la producción y la comercialización, pero las reinas tienen que ayudar en la venta de entradas, estar en giras de medios.
Por otro lado, nos llegan un montón de pedidos de ayuda y si a la Reina le gusta y quiere ayudar a cierta Fundación, le apoyamos en todo. Conseguimos comida, ropa, lo que sea.
Aparte, las reinas tienen que buscar presupuesto para su propio proyecto, con empresas privadas. Este tipo de campañas de concientización a la empresa privada sí le gusta mucho, entonces sí hay apoyo.
El Centro Terapéutico Aprendiendo a Vivir, de la Fundación Reina de Quito, brinda terapias a bebés desde los 15 días de nacidos. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO
¿Cómo estaba involucrada la FRQ con la elección de la Reina?
Hasta hace cuatro años, hasta el año de Cristina Elizalde, como Fundación estábamos en la preselección y en la clasificación final, de donde salen las 12 candidatas.
También éramos jurados en la elección, porque sabemos que no debe ser la más guapa, ni la que mide 1,80, ni la que tiene el mejor cuerpo. Es algo natural lo que buscamos, es espontaneidad.
Además, cuando las chicas eran candidatas venían a la Fundación, hacían un recorrido por el Centro, interactuaban con los niños, le explicábamos el trabajo. Después teníamos una charla para que conozcan el comportamiento de una candidata y qué tiene que hacer la Reina y la corte.
Una vez que se hacía la elección, se mantenía el contacto y les ayudábamos en lo que necesitaran.
¿Habrá un acercamiento hacia la reina que se elegirá el 22 de noviembre?
Sí lo vamos a hacer, no sabemos qué reacción habrá, pero lo haremos.
Ahora se cuestiona mucho a los reinados y los certámenes. ¿Cuál es tu opinión sobre este tema?
Creo que hay que respetar todos los gustos. Por suerte, Reina de Quito es muy diferente a todos los reinados. Más que un certamen de belleza, es que las chicas entren al concurso para servir a la ciudad en la que han vivido. Es un agradecimiento a la ciudad que tanto les ha dado. Por eso es que en la elección no salen en terno de baño y tenían que presentar un proyecto.
A mí me gustan los certámenes de belleza. Me gustan más los que tienen un eje social, saber que si se gana, sea por una buena causa. No me parece que los concursos son machistas, que las mujeres se exponen. Es una forma de vida, si les gusta y pueden sacar provecho, divino.
Si es que el reinado llegara a desaparecer, ¿continuarían con su trabajo?
Nosotras no podemos, bajo ningún concepto, cerrar la Fundación Reina de Quito, porque tenemos a más de 100 niños con Síndrome de Down a nuestro cargo. Además no se acaba el ciclo. El año pasado, en julio, graduamos a dos chicos de 20 años en colegios regulares, uno de ellos era Bachillerato Internacional. No podemos decir: no tenemos reinas, cerremos. El nombre seguirá, tenemos registrado nuestro nombre y seguiremos adelante.
Obviamente contaremos con menos personas que se adhieran, porque ya no tendríamos a la Reina de Quito, pero como te digo, hay mamás de reinas que son voluntarias y siempre habrá personas que quieran hacer trabajo social. Seguiremos, Dios nos permita, muchísimos años más.