Oír el repique de una campana en los servicios de oncología pediátrica inyecta una dosis de esperanza. Es una señal de victoria sobre el cáncer y también una renovación de aliento para los pequeños que siguen batallando.
Dar campanadas en este tiempo tiene un toque especial, porque quienes lo han hecho debieron luchar contra días de incertidumbre por la pandemia. Muchos, por miedo al contagio, no visitaron los hospitales. Otros superaron las barreras de las restricciones en busca de atención de urgencia. También hubo quienes contrajeron el virus.
El Hospital Francisco de Icaza Bustamante atiende a 350 guerreros. 75 han tocado la campana, que está colgada en el área de oncología desde 2019. Estéfano, Arely y Samir lo hicieron en estas semanas.
Luimer Gómez, líder del servicio de Oncología, asegura que ese alegre sonido incorpora al tratamiento motivación y mayor dedicación. “Como equipo hacemos todo lo humano y profesionalmente posible por ver tocar la campana a nuestros pacientes”.
El covid-19 no detuvo la atención. Continuó en medio de los estrictos protocolos e incluso personal de enfermería llevó a las casas la medicina para la quimioterapia oral.
Cada año, en el mundo se diagnostican 400 000 nuevos casos de cáncer en niños y adolescentes. En Ecuador, al igual que a escala global, las leucemias son las más frecuentes. Le siguen los tumores cerebrales y los linfomas.
En Solca Guayaquil, la pandemia no redujo el promedio anual de detección. El oncólogo pediatra Juan Ramírez dice que en 2020, año crítico por la pandemia, se repitió el reporte de 200 casos nuevos.
“No dejamos de trabajar y aplicamos la telemedicina con los niños de otras partes del país. Perdimos pacientes debido al virus, aunque muy pocos. Por eso establecimos protocolos de atención oportuna, con pruebas PCR”.
Si bien el cáncer infantil no se puede prevenir, sí da signos de alerta. Ramírez aconseja buscar atención ante fiebres recurrentes, anemias severas, pérdida brusca de peso o aparición de bultos. Más del 80% de casos se recupera si la detección es oportuna.
Testimonios
‘Fueron siete años y medio de lucha, pero ya finalizó’
Paola Escalante, mamá de Sofía (10 años)
Siempre mantuvimos todos los cuidados. Desde que recibió el diagnóstico de leucemia linfoblástica aguda adecuamos su habitación para aislarla de cualquier tipo de infección. En febrero de este año se contagió de covid; tuvo fiebre y decaimiento.
Llevamos a Sofía al área de Emergencias de Solca, donde ha seguido su tratamiento. Bajo todos los protocolos, y pese a las limitaciones de esos días, pasó por pruebas e incluso una radiografía para evaluar sus pulmones. Su evolución fue buena y el seguimiento fue por videollamadas.
En 2014, cuando tenía 3 años, notamos que empezó a palidecer y no quería caminar. Aún tomaba biberón cuando le colocaron una vía central para empezar esta batalla.
Dejé el trabajo para dedicarme a ella. Ahora acudiremos solo cada seis meses por un chequeo rutinario. Fueron siete años y medio de lucha que finalizaron el 7 de septiembre, cuando recibió el alta. Ese día tocó la campana; ese fue un día maravilloso.
‘El cáncer me quitó un hijo, pero Samir venció’
Carla Espinosa, mamá de Samir (7 años)
Todo comenzó en mayo de 2020. Antes había estado en controles por un ganglio inflamado en el cuello, pero en esos días de pandemia apareció otro bulto debajo de su oreja, del lado derecho. Creció muy rápido y cuando perdió peso me preocupé.
Dos meses después, una nutricionista del Hospital Francisco de Icaza me llamó y le envié unas fotos. Me llamó de nuevo porque había conseguido una consulta de urgencia.
Reuní el dinero para el pasaje, porque somos de El Empalme (Guayas) y empezamos exámenes y chequeos hasta que fue operado. Era cáncer, un linfoma de Burkitt.
Desde ahí pasamos tres meses en el hospital, sin salir por la pandemia, cuidando que no se contagiara. Fueron diez largas sesiones de quimioterapia.
El inicio del tratamiento fue terrible, pero Dios escuchó mi oración. Ya antes había perdido a mi otro hijo por cáncer, pero con Samir tuvimos la victoria. En un año logró superar la enfermedad y este martes tocamos la campana.
‘Dos ángeles nos traían la medicina a la casa’
Jenniffer Basurto, madre de Sheyla (6 años)
Hace ocho meses terminamos las quimioterapias y la última fase del tratamiento fue en medio de la pandemia. Sheyla debía tomar medicación oral, pero nos atemorizaba ir al hospital.
En esos días difíciles supimos que hay ángeles terrenales. Durante esos meses, una enfermera y una licenciada del Francisco de Icaza nos trajeron las pastillas a la casa.
A los 2 añitos y medio le detectaron la enfermedad. Era 2017 y empezó una fiebre que no cesaba.
Antes de que finalizara el año llegó el diagnóstico de leucemia linfoblástica aguda y aunque el médico me decía que había un 98% de probabilidad de recuperación, pensé lo peor. 2018 fue un año de intenso y doloroso tratamiento.
Viví tantas cosas; vi a niños fallecer mientras mi hija batallaba. Siempre luché para no le faltara nada y cuando llegó la pandemia nos protegimos más.
Casi dos meses después del confinamiento, bajo todos los cuidados, volvimos al hospital para los exámenes de control. Aún no tocamos la campana, pero lo haremos muy pronto.