En el Quito Tenis, los moradores se organizaron para ayudar a la población vulnerable. Foto: Galo Paguay / El Comercio
Ofrecerse para hacer compras, compartir la comida con quien está solo, responder a dudas sobre la salud de la familia… Todo vale en estos días en que la incertidumbre del aislamiento y el temor por la propagación del covid-19 en el país y en el mundo han despertado la solidaridad y la buena vecindad en Quito.
Una alumna de danza española de Gallardo de la Fe mostró hace unos días una foto que la conmovió: un papel escrito a mano, en donde una persona en España ofrecía a sus vecinos adultos mayores su ayuda para hacer compras y así evitar que se expongan al riesgo de contagiarse.
En esos días, Ecuador aún no había entrado en estado de excepción, pero ya se había declarado la emergencia sanitaria. Y Gallardo pensó que era momento de aplicar algo similar en el conjunto habitacional de la avenida Mañosca.
Primero preguntó en un grupo de Whatsapp del condominio si algún adulto mayor necesitaba algo del mercado o farmacia y luego puso un letrero en el ascensor. Al menos dos de sus vecinos aceptaron la ayuda y él llevó los encargos.
Cuando la situación se volvió más compleja, De la Fe pensó en sus padres y decidió pasar el aislamiento con ellos, en Ambato. “Pero dejé sembrada la semilla, porque otras personas también se ofrecieron a hacer lo mismo en el chat”.
Los momentos complejos despiertan lo mejor de las personas, dice. Y cuenta que entre aquellos a quienes ayudó, hubo alguien que le preguntó cuánto le cobraría “pero le dije que nada. Esto es de corazón”. En Ambato, hasta el viernes aún no se reportaban casos de covid-19, pero él está cuidando a su familia igual que lo hizo con quienes ayudó en Quito.
Se ha organizado con la restricción de placas para salir cuando haga falta a comprar provisiones para sus tíos, que también son mayores y deben cuidarse más. Llega a otros a través de la página de Facebook Escuela Nacional de Arte Flamenco, donde ofrece clases virtuales para compartir lo que sabe a quienes quieren pasar el aislamiento en actividad.
En días como estos, hay manos dispuestas a ayudar a quienes más lo necesitan, pero no alcanzan a cubrir todo. Por eso, han decidido hacer más llevadero el aislamiento a quienes están cerca. Cuando Gabriela Rubio llegó a vivir en una urbanización del valle de Los Chillos, en el 2001, Marcelino Catucuango, de 82 años, ya estaba ahí. El terreno que él cuidaba junto a su esposa María Dolores se convirtió poco a poco en un condominio, pero los dueños le dejaron un terreno donde vive y cuida sus vacas.
Gabriela se preocupó cuando las autoridades alertaron sobre la propagación del covid-19 y fue a pedirle a Marcelino que no saliera y que si necesitaba algo, le avisara. Él le contó que una vecina le invitaba a desayunar y almorzar. Ella decidió invitarlo a merendar.
Es un sentido de gratitud con alguien que le llevaba leche recién ordeñada a su abuela cuando estuvo enferma y que siempre ha sido solidario.
En estas noches de aislamiento, ella le ofrece alimentos a Marcelino, pero él le regala historias sobre su vida, sus vacas, los caminos recorridos. “Me importa más que él sienta que puede venir a la casa de cualquier vecino, porque es parte de casi cada casa de este barrio”, dice. Ahora su misión es conseguirle una televisión. “Para mi abuela, la tele es una compañía y creo que él también necesita algo así”, dice.
Desde casa, Gabriela también trabaja con un colectivo cultural para sacar al aire una página web donde teatreros presenten propuestas para que niños, adolescentes y adultos miren mientras pasa el aislamiento.
También en el Quito Tenis, donde hay una organización barrial desde hace 12 años, se han movido las iniciativas solidarias. Gabriel Hidalgo, su presidente, cuenta que siempre están comunicados en tres chats (debido al límite de contactos en Whatsapp). 550 vecinos comparten, especialmente, información para fomentar la seguridad en el barrio.
Pero ahora la amenaza no es la delincuencia sino un virus que vuelve más vulnerables a los adultos mayores y en el chat hay personas que piden ayuda y otros que la brindan.
Algunos solo se conocen en el momento de la entrega del encargo. El Quito Tenis es un barrio tradicional, por lo que hay personas mayores como Patricio Hidalgo, de 80 años y padre de Gabriel. Para él, que su hijo se encargue de las compras para él y su madre, es un gesto invaluable. Además, aplaude que en el barrio surjan actividades que junten a las personas, como poner la bandera y salir a las 18:00 a cantar el himno nacional desde los balcones y sacando parlantes.
Así se sobrelleva mejor el encierro que por ahora todos en el país debemos mantener.