En Indonesia, 296 trabajadores murieron de fatiga contando votos tras los comicios del 17 de abril. Hubo una ola de críticas a la autoridad electoral. Foto: AFP
Hasta hace una década, trabajar 40 horas por semana, de 09:00 a 17:00, era el estándar para la mayoría de obreros o empleados públicos y privados. En la actualidad, los negocios operan 24 horas al día durante los siete días de la semana, lo que se denomina jornadas 24/7. Y en algunos países se ha instalado la cultura 996, que se refiere a las labores que van desde las 9 am hasta las 9 pm, durante seis días a la semana.
Esta nueva normalidad tiene como telón de fondo la revolución tecnológica, que ha cambiado la forma de producir y ha dado luz a nuevos negocios digitales, que requieren otras destrezas de los empleados.
En la nueva realidad laboral, los trabajadores viven más tiempo conectados a sus computadoras o teléfonos, a menudo llevan trabajo a casa o simplemente se quedan más tiempo en la oficina para terminar las tareas asignadas. Eso implica jornadas laborales más largas, que han desplazado la línea que separa el trabajo del tiempo personal.
En un informe publicado el mes pasado, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que en la actualidad, un tercio de la fuerza de trabajo en el mundo (36,1%) trabaja un número excesivo de horas, es decir, más de 48 horas por semana. Y lo hacen básicamente para complementar unos salarios bajos, sobre todo en los países en desarrollo.
Asimismo, para ejemplificar cómo se ha flexibilizado la relación laboral, la OIT señaló que “un número cada vez mayor de trabajadores en el mundo participa en el trabajo temporal, a tiempo parcial, en régimen de subcontratación, irregular, ocasional o a pedido, con contratos de cero horas, por cuenta propia y otras modalidades similares de empleo”.
Estas son conocidas como ‘formas atípicas de empleo’, pero en lo fundamental se caracterizan por ofrecer flexibilidad a las empresas para atender las demandas de un mundo cambiante y cada vez más globalizado.
Sin embargo, dice la OIT, a menudo generan inseguridad para los trabajadores en distintos ámbitos, desde la inseguridad del empleo -y de sus ingresos- hasta la falta de protección social y de seguridad y salud en el trabajo.
Pero también es cierto que esa flexibilidad puede ayudar a los trabajadores a conciliar mejor la vida laboral y familiar, en particular a las mujeres y hombres con familia, así como a trabajadores de más edad o con alguna discapacidad.
Jeffrey Pfeffer, profesor de la Universidad de Stanford y autor del libro ‘Muriendo por un salario’, sostiene que el sistema de trabajo actual enferma e incluso termina con la vida de las personas. En un artículo publicado por la BBC el 22 de marzo pasado, Pfeffer cuenta el caso de Kenji Hamada, un hombre de 42 años que murió de un ataque al corazón en su escritorio en Tokio. Trabajaba 75 horas a la semana y demoraba cerca de dos horas en llegar a la oficina. Antes de su muerte había trabajado 40 días seguidos sin parar y su viuda dijo que Kenji estaba excesivamente estresado.
Japón tiene un problema con la muerte por exceso de trabajo y el idioma japonés tiene una palabra para este tipo de fallecimiento: karoshi. Esta palabra se refiere a los empleados que mueren a causa de dolencias relacionadas con el estrés (ataques cardíacos, derrames cerebrales) o que se quitan la vida debido a las presiones del trabajo. Entre el 2015 y 2016, Japón registró un récord de 1 456 casos de karoshi.
En Indonesia, en las recientes elecciones presidenciales y legislativas del 17 de abril pasado, 296 funcionarios electorales fallecieron a causa de enfermedades relacionadas con el exceso de trabajo, informó la Comisión Electoral.
Según los datos recopilados por Pfeffer, en Estados Unidos el 61% de los empleados considera que el estrés los ha enfermado y el 7% asegura haber sido hospitalizado por causas relacionadas con el trabajo.
Desde un punto de vista económico, el estrés tiene un costo para los empleadores de más de USD 300 000 millones al año, según el Instituto Estadounidense del Estrés.
“Las horas excesivas de trabajo guardan relación con los efectos crónicos de la fatiga, que pueden provocar problemas de salud como enfermedades cardiovasculares y trastornos gastrointestinales, así como estados de salud mental más delicados, incluidos niveles más altos de ansiedad, depresión y trastornos del sueño”, según el informe Seguridad y Salud en el Centro del Futuro del Trabajo, de la OIT.
En China, trabajar largas horas sin recibir el pago de horas extras ha sido la norma para los programadores y gerentes de proyectos, en línea con la cultura 996. Esta semana, a propósito del 1 de Mayo, China se ha sumido en una reflexión nacional sobre si la rápida modernización del país debe ir acompañada del trabajo hasta el agotamiento, según Lianchao Lan, periodista de la AFP.
En Weibo, el equivalente chino de Twitter, la etiqueta #996 ya cuenta con más de 15 millones de visualizaciones. Muchos comentarios critican a empresas y autoridades por incumplir la legislación que limita el trabajo a 40 horas por semana y estipula un máximo de 36 horas extras por mes.
Pero el fundador de Alibaba Group, Jack Ma, elogió a mediados del mes pasado la cultura 996. “Si encontramos cosas que nos gustan, 996 no es un problema. Si no te gusta (tu trabajo), cada minuto es una tortura”, dijo Ma. “Personalmente creo que 996 es una gran bendición … ¿Cómo logras el éxito que deseas sin tener que esforzarte y dedicarte tiempo?”.
En la India, los trabajadores están acostumbrados a laborar mucho más tiempo que los de cualquier otro país. En Mumbai, por ejemplo, los empleados trabajan 3 315 horas al año, una de las más altas tasas del mundo, según un estudio del banco suizo UBS y publicado por Quartz en junio del 2018. Además de trabajar largas horas, los indios también tienden a no tomar vacaciones.
Hasta el 75% de los indios se siente privado de vacaciones, que es el porcentaje más alto del mundo, seguido por Corea del Sur (72%), según el Estudio de Privación Vacacional 2018 de la firma Expedia.
En marzo del 2018, los legisladores de Corea del Sur aprobaron una ley para reducir el máximo de horas de trabajo semanales a 52, de las 68 permitidas antes, lo cual apuntaba a mejorar la calidad de vida, crear más empleos y aumentar la productividad. Pero trabajar menos también significó menos ingresos, por lo que un grupo de trabajadores debió buscar otro empleo.