En cada vitrina hay un personaje. Cuando los espectadores aplauden, las figuras bailan. Foto: Cristina Márquez / EL COMERCIO
El espacio más amplio de la Casa Museo de Riobamba lleva el nombre de una de las festividades icónicas de esa ciudad: Pase del Niño. Allí se exhiben figuras que representan a los 15 personajes que participan en esa fiesta religiosa, fotografías e indumentaria.
La muestra será permanente y, entre los planes de la Dirección de Cultura del Cabildo, se quiere continuar ampliando la colección para convertirla en la más importante del Museo. “No queremos tener el Pase del Niño solo en Navidad. Buscamos que los turistas puedan saber de qué se trata en cualquier momento del año”, dice Pablo Narváez, director de esa entidad.
La colección fue diseñada por un grupo de artesanos del barrio Santa Rosa, y por ingenieros electrónicos. Las figuras no son simples esculturas inanimadas: bailan y se mueven al ritmo de la música que caracteriza a cada personaje.
“En realidad son pequeños robots equipados con sensores y sonidos, para que la muestra sea interactiva. La idea es impactar al público joven”, cuenta José Parco, director de Interculturalidad del Cabildo.
Cada vitrina muestra a un personaje distinto. Cuando los espectadores aplauden suena la música y los personajes cobran vida. Ellos visten versiones en miniatura de los trajes que originalmente se usan en los desfiles, y los accesorios.
Los sacha runas, por ejemplo, fueron hechos con un traje de musgos y cabello de fibras de cabuya. En sus manos llevan espejos, peines y un látigo, como los personajes originales.
Según la cosmovisión andina, el sacha runa es una representación del espíritu del páramo que se encarga de cuidar los cerros y a los seres que habitan ahí. “Su presencia en el Pase del Niño es una muestra de la simbiosis cultural que surgió con el mestizaje. Cumple el papel de cuidar el orden del desfile”, explica Parco.
La vitrina que contiene las figuras que representan a este personaje se ilumina y suena el ritmo de la canción María Manuela, un ritmo que también anima la danza de los tradicionales diablos de lata.
Pablo Narváez explica que la música es parte importante de la muestra artística, y que implicó una investigación que le tomó cerca de cuatro años. Él, quien además es músico e investigador cultural, estudió cada detalle de las tonadas que acompañan a los personajes. Es un conocimiento que se ha ido perdiendo y que buscamos rescatar. Ahora, en los desfiles pequeños, es común que los personajes bailen al son que toque la banda, pero hemos descubierto que cada uno tiene un género musical distinto”.
El danzante, por ejemplo, es un género musical que acompaña al personaje del mismo nombre y que tiene una connotación religiosa y acordes muy particulares. En la cosmovisión andina este personaje se veía durante las ceremonias para el sol, la luna y el inca.
Hoy, está presente en todas las celebraciones religiosas importantes. La música que lo acompaña se caracteriza por el sonido del pingullo y del bombo.