Jorge Franco visitó el Centro Cultural Benjamín Carrión para conversar sobre las narrativas de la violencia en la literatura. Su última novela se titula ‘El mundo de afuera’. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
La violencia siempre ha actuado como personaje principal en la vida del colombiano Jorge Franco. Nació en un época y en una ciudad -Medellín- en la que enterarse de la muerte de una persona a manos de la delincuencia, del narcotráfico o de los paramilitares se convirtió en algo ‘natural’.
Hace dos semanas estuvo en Quito, como parte del proyecto Escritor Visitante, impulsado por el Centro Cultural Benjamín Carrión, para hablar sobre las narrativas de la violencia en la literatura. En una de las salas de esta vieja casona, el autor de ‘Rosario Tijeras’ reflexionó sobre la saña y la aparición de nuevas formas de violencia en la sociedad.
¿Qué piensa cuando lee o escucha que la violencia es parte de la naturaleza del ser humano?
Lastimosamente, es una verdad que corroboro a diario. No solo por lo vivido sino también por lo leído. En la literatura la violencia es un tema recurrente y pienso que obra de forma catártica sobre todas esas fisuras de la condición humana. En la literatura hay una intención consciente de que la historia no se repita.
Hay personas, como el filósofo coreano Byung-Chul Han, que sostienen que el mundo vive una violencia neuronal caracterizada por enfermedades mentales como la depresión o el TDAH.
Esos brotes de enfermedades son la respuesta a la violencia contemporánea. Este tipo de violencia es el resultado, entre otras cosas, de la aparición excesiva de formas de comunicación. Cada día el terror cobra más protagonismo en nuestras vidas. Eso ha generado que colectivamente vivamos miedos que tienen nuevas sintomatologías.
¿Cuáles cree que son las consecuencias sociales más graves que la violencia ha generado en las últimas décadas?
Lo que más me duele y desconcierta es el valor que tiene la vida. Una vida puede valer lo que cuesta un celular, o un capricho de un sicario para ver si su arma funciona o no. Hace algunos días me impresionó la noticia de este hombre que mató a otra persona a través de Facebook Live. De lo que me enteré, se encontró con un viejo en la calle y lo mató solo para demostrar que lo podía hacer. Ese es el mayor degradamiento al que la violencia nos ha sometido en los últimos años, el valor cero que ha llegado a tener una vida.
¿Hay violencias que se heredan?
Lo que hace la violencia es generar más violencia. A veces me pregunto si ahora no somos más violentos que antes. Se ha logrado cortar con ciertos círculos de violencia pero han surgido otros, como producto de una vida atravesada por la tecnología. La violencia siempre deja cicatrices, odios y deseos de venganza, y para que se rompa esa cadena siempre hace falta tiempo.
¿Se le ocurre alguna forma práctica de romper con esos círculos de violencia?
Pienso que necesitamos un trabajo mancomunado, entre la sociedad y una justicia que no sea abusiva sino ejemplarizante. En Colombia padecimos durante muchos años del secuestro, que me parece una de las formas de violencia más infames y degradantes. En un punto, la gente se cansó de tantos secuestros y empezó a denunciar a los agresores.
¿La literatura puede ser otra alternativa?
La literatura amplía horizontes. El germen de la tolerancia se encuentra en la literatura. Es un trabajo lento, porque hay una fuerza mediática y tecnológica que cada vez cobra más fuerza.
Y, ¿en las redes sociales?
Me asombra la cantidad de odio que hay en las redes sociales. Cuando las utilizo me pongo las botas pantaneras, porque es un basurero. A las redes sociales hay que entrar con armadura, porque hay juegos de odio, muchas veces promovidos por la misma política. Uno se encuentra con ‘francotiradores virtuales’ que están haciéndole la vida imposible a mucha gente.
¿Es suficiente con ser tolerante para frenar la violencia?
Creo que todo se resume en una palabra y esa es: respeto. Respeto por la vida, los pensamientos, la sexualidad y la propiedad. Una de las consecuencias de la falta de respeto a la vida del otro es el incremento de los fundamentalismos.
La nueva ‘moda’ entre los narcotraficantes es arrojar los cuerpos de sus víctimas desde un avión. ¿Por qué aparecen formas de violencia más macabras?
Hay que entender que dentro del mundo de los narcotraficantes hay toda una simbología. En Colombia nos preguntábamos por qué mataban a las personas con tanta saña, hasta que nos dimos cuenta que era su forma de transmitir un mensaje, que era mostrar su fuerza y su poder. En Medellín nos acostumbramos a enterarnos de que alguien había muerto. Lo que intrigaba era la forma en que lo habían matado.
¿Los seres humanos buscan autoviolentarse?
Creería que en cierta medida sí. Desde niño uno escuchó eso de que se aprende a los golpes y desistimos de los consejos y experiencias de otros. A veces, para darnos cuenta de lo que queremos en nuestras vidas, son necesarios los golpes que nos dan los demás o los que nos impartimos nosotros.
¿Cuál es el tipo de violencia que más lo asusta?
Me sobrecoge la violencia gratuita. Esta es una violencia reciente y que se resume en la violencia por la violencia. Se me viene a la cabeza la literatura del escritor estadounidense Cormac McCarthy, donde la violencia aparece de la nada. Obviamente hay algo que se esconde detrás de una persona que genera ese tipo de violencia y que afecta, sobre todo, a gente inocente. Creo que la ignorancia, el desprecio y el desarraigo pueden generar rabias y odios que al final terminamos pagando todos.
¿Cree que el consenso es una forma de violencia?
El consenso es una forma de violencia cuando ataca a la diversidad. En algunas circunstancias puede convertirse en frente de choque de lo distinto y de lo diferente.
¿La violencia también puede ser una forma de autodefensa?
Creo que en muchos casos sí. Sobre todo en un entorno latinoamericano, donde hay hechos de violencia muy fuertes como la pobreza y la miseria. Estas, por sí mismas, son hechos violentos. Esos ambientes traen una violencia física y una violencia intrafamiliar que, en muchos casos, generan una rabia contenida que solamente sale con más violencia. No la justifico, porque si así fuera seríamos una sociedad más violenta.
¿Para qué sirve narrar la violencia?
A título personal, diría que sirve como catarsis, como una válvula de escape donde uno como escritor trata, de alguna manera, de darle un giro a esa realidad. No es tergiversar la realidad, es mostrarla con otra luz. Es como poetizar lo que sucede utilizando un lenguaje diferente, para que se generen reflexiones. En un plano más general, esa violencia escrita sirve para que quede como registro. Pienso en la literatura rusa que narra historias con violencias psicológicas muy fuertes, o en la literatura sobre el Holocausto judío.
¿En qué momento Rosario Tijeras, uno de los personajes más famosos de su literatura, decidió que la violencia sería su catarsis?
En la historia hay un momento donde un compañero sentimental de la madre de Rosario abusa de ella. Lo más fuerte pasa cuando se lo cuenta a su madre y ella toma partido por él. En ese instante, pienso que Rosario se sintió totalmente abandonada.
¿Por qué es más fácil hablar de la violencia y no de la paz?
A lo largo de la literatura universal la felicidad no tiene espacio. Lo que se cuenta es la cadena de obstáculos o dificultades que tienen los personajes. En el dolor y en las heridas es donde sale a flote la condición humana. Cuando escribí ‘Rosario Tijeras’ me dolía avanzar. En el último capítulo sentí ganas de llorar. No era fácil pero era necesario. La paz es un fin, pero es más interesante contar cómo se llega hasta allí.
El escritor dio vida a Rosario Tijeras, uno de los íconos de la cultura popular. Franco sostiene que la violencia escrita sirve como catarsis y para generar reflexiones que eviten que la historia se repita.
Jorge Franco
El escritor colombiano nació en Medellín en 1962. Estudió Cine en el London International Film School. Fue parte del Taller Literario de la Biblioteca Pública de Medellín, que era dirigido por Manuel Mejía Vallejo. Entre sus novelas se destacan ‘Mala noche’, ‘Rosario Tijeras’, ‘Paraíso Travel’ y ‘Melodrama’. En el 2014 ganó el Premio Alfaguara de Novela, por ‘El mundo de afuera’.