‘Queen of Katwe’ sigue la historia de Phiona Mutesi, niña prodigio del ajedrez. Foto: Captura
La historia de Phiona Mutesi llevada al cine por la directora Mira Nair, en la película ‘Queen of Katwe’, demuestra que las mejores antiprincesas son las de carne y hueso.
La idea de una bella princesa que debe ser rescatada por un valiente caballero es un estereotipo que empieza a quebrarse con el surgimiento de una figura femenina, caracterizada por una singular belleza interna, nobles principios y dispuesta a tomar las riendas de su propio destino.
Además de su determinación en busca de la libertad, el amor o la justicia, un hecho a destacar es que muchas de las historias de estas antiprincesas surgen de personajes reales, como Phiona, cuya historia ha sido plasmada en el libro ‘Queen of Katwe’ de Tim Crothers, en el que se basa esta nueva producción cinematográfica de Disney.
Con el estreno de este biopic de carácter deportivo, Phiona se suma a una larga lista de mujeres que van dejando el anonimato, para revelarse como protagonistas de una historia personal y universal, no solo en el cine, sino también en la literatura, la televisión y otros campos de la cultura y el entretenimiento.
En un rincón de Uganda, Harriet (Lupita Nyong’o) es una abnegada madre que siembra y vende verduras para poder mantener a sus tres hijos, tras la muerte de uno de sus vástagos y de su esposo.
Este rincón de Uganda adquiere una singularidad a partir de los colores, las formas urbanas y las costumbres que se funden en un vívido retrato, realizado por una directora que residió allí por casi tres décadas, pero que no busca maquillar los problemas sociales o económicos.
Entre los quehaceres cotidianos, Phiona y su hermano Brian (Martin Kabanza) se encuentran con un club de ajedrez patrocinado por la iglesia, a cargo de Robert Katende (David Oyelowo).
Atraída por la curiosidad, Phiona aprende rápidamente las reglas del juego y descubre una excepcional habilidad de razonamiento e inventiva, con la que logra salir airosa frente a las estrategias de sus adversarios.
Aunque el entrenador Katende impulsa el natural espíritu de competencia que habita en Phiona, su madre desconfía del futuro que le pueda deparar con el juego.
Nyong’o personifica con aplomo ese íntimo deseo maternal de ver a los hijos triunfar en la vida que, al mismo tiempo, se contradice con el miedo a verlos fracasar, obnubilados por una falsa esperanza.
Son incertidumbres que adquieren sentido en función de las limitaciones de una apretada economía familiar y la consecuente falta de acceso a una educación y vivienda dignas, a los que se sumarán otras desventuras.
La determinación de Phiona la lleva a encarar cada partida de ajedrez como la única oportunidad que tiene para cambiar su futuro.
A medida que su talento le va abriendo puertas, también tendrá que lidiar con el orgullo y la vanidad y tendrá que aceptar la derrota como una posibilidad. En esas circunstancias, el expresivo rostro y lenguaje corporal de la joven Nalwanga son parte de un brillante debut en el cine.
Al final, en una historia donde cada partida conlleva una lección de vida para esta nueva heroína, lo importante no es perder un juego, sino reponer las piezas y jugar otra vez.