Ya no se puede ver el spot ‘La ciudadanía le habla a los medios’, la solicitud de la Cordicom, así lo dispuso.
En resumen, ese audiovisual iniciaba con un cuadro de nueve bocas esbozando pluralidad, pero se vio un vocerío caótico. Buscaba la voz de la ciudadanía, pero mostró la opinión negativa de un puñado de individuos. Quiso ejercer la libertad de expresión, pero fue otra arbitrariedad de la propaganda oficial.
Tuits y cartas multiplicaron reacciones ante tal contenido y el comunicado de Ecuavisa. Se reconoció el error y se ofrecieron disculpas, pero no con el mismo aparataje de producción dispuesto para las cadenas que proporciona el Gobierno; más bien, se recurrió a cuentas personales en redes sociales y a la tibia misiva para un destinatario.
Se buscó bautizar de debate a lo que nació de un ataque –premeditado y no contrastado- y que generó reacciones de repudio; pero no hubo tal, todo indicio fue inoportuno.
En el Enlace del sábado no se mentó tal hecho. Asimismo, aquellos que se han erigido en defensores de la imagen pública de otros, acusando casos de ‘bullying’ en redes sociales, han aplicado tácticas evasivas y han optado por un silencio culposo.
‘La ciudadanía le habla a los medios’ dejó tres conclusiones que derrumban mitos en la labor de la Secom. 1)Como institución estatal no está al servicio de todos los ciudadanos,pues ha indispuesto, vejado o discriminado a periodistas identificados al detalle; 2) Sus mensajes pueden ser refutados y esta vez lo fueron con argumentos; 3) Esa cadena no representaba a la ciudadanía, sumó opiniones personales que buscaron hacerse pasar como dictamen del colectivo.
Esa utilización de una parte para representar el todo concluía con la frase: “Esta es la verdadera libertad de expresión”. ¿Verdadera según quién?En una sociedad plural no caben los absolutos, por más fuerza mediática que busque imponerlos. Sí cabe la decencia, lo que resulta en la confianza de la audiencias.