Aunque el proceso electoral se llevó a cabo con normalidad en recintos como la Universidad de Guayaquil, algunas actas del Puerto Principal presentaron inconsistencias. Foto: Enrique Pesantes / El Comercio
Comentar el partido con el periódico del lunes. En eso se ha tornado el analizar si las encuestadoras ‘se equivocaron’ o no al pronosticar los resultados, al final tan apretados (sobre todo para el segundo y tercer puesto), de las elecciones presidenciales del lunes pasado.
Incluso algunas personalidades conocidas de la capital calificaron a las encuestadoras de “constructoras de irrealidad” y llamaron a “cancelarlas”, término calcado del inglés que significa dar la espalda o quitarle la atención a una celebridad, a modo de censura, cuando dice o hace algo políticamente incorrecto.
Sin embargo, se debe separar el trigo de la paja y no meter a todas las firmas en un mismo saco. De igual manera, lo más adecuado es entender las diferencias entre una encuesta, un sondeo a boca de urna o ‘exit poll’, un conteo rápido y, finalmente, los resultados reales.
Un ejercicio muy relevante fue el que realizó la Cámara de Comercio de Quito (CCQ), junto con Participación Ciudadana y la empresa Elemento, en el portal DataEcuador.org.
En este sitio, el grupo levantó los planes de gobierno y perfiles de todos los candidatos. Pero además hizo un barrido de todas las encuestas que se publicaban en redes sociales, con la intención de voto por candidato hasta finales de enero.
El último informe, publicado en el portal, da cuenta de que desde diciembre circularon en la Red y en las redes sociales supuestas encuestas o sondeos ejecutados por hasta 20 empresas. No obstante, una decena de ellas ni siquiera estaba calificada en el Consejo Nacional Electoral para hacer pronósticos electorales.
No solo eso. En ese grupo de supuestas firmas encuestadoras, algunas ni siquiera disponen de un portal web oficial, o cuentas en redes sociales. Tampoco transparentan su metodología ni identifican quiénes responden por ellas.
Esta falta de transparencia es un factor para sospechar sobre la veracidad de esa información. Mucho de lo que circula en las redes es falso y solo busca provocar miedo o desánimo en tiempo de elecciones.
Ahora, para las empresas encuestadoras con reconocida trayectoria, que difícilmente van a poner en juego su marca y prestigio por favorecer a uno u otro candidato, ¿qué puede haber motivado la amplia diferencia entre el pronóstico y los resultados finales?
María Daniela Araujo, candidata a PhD en Economía Empírica en la Universidad de Bamberg en Alemania, explica que para obtener mediciones estadísticas de cualquier población, como la ecuatoriana, se dispone de dos caminos: los censos y las encuestas.
El primer camino es bastante arduo en términos de costos y tiempo, y por eso los censos no se llevan a cabo todos los años.
Allí es donde entran las encuestas; estas básicamente miden los indicadores, pero con base en muestras.
Es decir, un grupo de personas que representa a toda una población al compartir similares características. Por ejemplo, su ubicación geográfica, su nivel socioeconómico o su género y que además tenga la misma oportunidad de ser escogida de forma aleatoria.
El saber diseñar muestras y ejecutar encuestas es toda una ciencia, que se ha desarrollado durante siglos y en ella intervienen ingenieros, matemáticos y economistas, entre otros.
Pero para el caso específico de lo que pasó en Ecuador en las últimas semanas, Araujo reconoce ciertos detalles que pudieron llevar a las encuestadoras prestigiosas a distanciarse de los resultados finales.
Un primer elemento es que algunas de las encuestas no tenían representatividad nacional. Solo fueron realizadas en ciudades como Quito, Guayaquil, Manta o Cuenca.
Con ello, al extrapolar los datos a toda la población, se puede dejar de medir la intención del voto de pequeñas ciudades y de sectores rurales.
Otro elemento muy fuerte que pudo alejar a los pronósticos de la realidad es que en semanas pasadas había un altísimo porcentaje (cerca del 40%) de los consultados que se identificaban como indecisos.
Esto pudo incidir en un pronóstico no tan adecuado de candidatos como Yaku Pérez o Xavier Hervas, según Araujo.
El factor de indecisión se reduce fuertemente en los sondeos a boca de urna, porque se realizan el mismo día de las votaciones, cuando ya el elector decidió. Por ello, esta medición -que también se ejecuta con base en una muestra- se acerca más al resultado real.
Mientras que el conteo rápido es aún más preciso porque, si bien también se realiza sobre la base de una muestra, esta contiene votos de actas reales.
El problema se suscita cuando la diferencia entre dos candidatos es mínima, de décimas o centésimas de puntos porcentuales, como ocurre entre Guillermo Lasso y Yaku Pérez.
Aquí, por más que la muestra haya sido cuidadosamente diseñada, esta diferencia cae en el margen de error.
Una medición con base en una muestra nunca alcanzará el nivel de certeza de la propia votación. Pero sí puede tener un nivel de confiabilidad del 95% o el 99%. “Es decir, tengo el 99% de certeza de que mi muestra sea muy similar a la población que estoy midiendo”, explica el experto en Estadística y Manejo de Bases de Datos, Raúl Fernández.
¿Pero si la diferencia es menor a ese 1% de margen de error entre ambos candidatos? Simplemente la herramienta del conteo rápido ya no es pertinente para definir al ganador y se habla de empate técnico.
Finalmente, Marcel Ramírez, ecuatoriano que trabajó en Estados Unidos para grandes empresas de datos, como Cambridge Analytics, hizo una medición basada solo en la interacción de la población en Internet y redes sociales.
Para él, las encuestadoras se están olvidando de medir el internet, donde la gente muestra por quién va a votar, a base de la expresión de sus emociones.
El 11 de abril se sabrá si aciertan los nuevos pronósticos.