Con poco tiempo, hambre y después de largas horas de clases las hamburguesas del Carbonero– estratégicamente localizadas en la puerta de ingreso de la Escuela Politécnica Nacional– pueden resultar el entremés predilecto para aplacar el apetito y llenar el estómago que ruge.
Gran parte de quienes fueron estudiantes universitarios en las décadas de los 80 y 90 la defienden fervientemente, pues la ‘Poliburger’– como ellos la bautizaron- fue su fiel compañera, la única lo suficientemente barata y ‘sabrosa’ para producir un sentimiento de auténtico bienestar.
Y esa sensación, al parecer, se trasladó en los genes y llegó también a la siguiente generación, a los universitarios actuales, que la patrocinan e invitan a conocidos y familiares a visitarlas. Esta ‘hueca’ de hamburguesas, que existen desde hace décadas, se volvió tan conocida (por el boca a boca) que bien podría resultar un imperdible de la ciudad, claro de comida rápida.
Las filas, la mayor parte del tiempo, de más de 10 personas no desaniman a los clientes frecuentes del lugar. Al contrario, funcionan como un imán para atraer a más usuarios. Al mediodía, en la tarde y en la noche, el ir y venir de comensales es continuo.
Al día se venden cerca de 600 ‘Poliburgers’. Las distingue la mayonesa casera, hecha con dosis de agua en reemplazo del aceite. Foto: María Isabel Valarezo/ EL COMERCIO
Que quede muy claro que son los estudiantes, de antes y de ahora, los que han forjado el nombre del local, los que lo han posicionado en un referente del ‘fast food’ quiteño. Así lo reconoce Fernando Arango a cargo del Carbonero, con 23 años en el
El fin fue siempre ofrecer una hamburguesa diferente, por eso optaron por incrementar la variedad de productos que acompañan al medallón de carne entre pan y pan. Esto para volver más jugosa a la preparación y hacerla personalizable, al gusto del cliente.
En consecuencia, la ‘Poliburger’ es- probablemente- la única hamburguesa de la urbe que incluye las papas fritas por ‘default’, sumadas a la carne, queso, vegetales y salsas (en grandes cantidades). Al gusto del cliente se puede agregar ensaladas variadas, aumentando la gama de sabores.
Esta característica que la hace tan apetecible para los universitarios le resta importancia a la proteína, que como han sentenciado en numerosas ocasiones los expertos en hamburguesas (Alan Richman y George Motz), siempre- sin excepción- debe ser la estrella del platillo. Si la carne se pierde entre las guarniciones deja de ser una hamburguesa y pasa a ser un sánduche multivariado, según el parecer de los chefs del recorrido gastronómico, Pablo Cruz y Alfredo Salazar.
La clientela asidua no se deja llevar por la ausencia de carne, que se suple con la cantidad de insumos y salsas. Hacen la fila, con ansias contenidas, piden la hamburguesa (simple, con queso, doble o completa), esperan no más de dos minutos y sale envuelta en una funda de plástico amarilla, para contener su sobrada jugosidad.
La presentación de la hamburguesa no fue pensada para encantar. El hambre (sobre todo del oficinista o del estudiante) le gana al atractivo visual, y también al recato. El embrujo se produce cuando los mordiscos de los comensales son ávidos, golosos, solo movidos por el instinto de acallar a los jugos gástricos que resuenan.
Más que por el sabor, las ‘Poliburgers’ son populares por su precio. Hace algunos años se podía comer una por no más de USD 1 y ahora el ronda USD 1,50. Costos totalmente convenientes para el bolsillo universitario. Su fama se ha extendido también por la fidelidad de sus consumidores, los estudiantes y ahora también por los oficinistas, que incluso acostumbran a hacer pedidos a sus lugares de trabajo, dice Arango.
Para los expertos que las visitaron, una tarde en la que no dejaron de llegar comensales de todo tipo- familias, funcionarios y otros- la famosísima ‘Poliburger’ si bien cumple las expectativas del público objetivo, no lo hace con quienes buscan algo más, algo que destaque por su gusto.
Al saborearla, la mezcla de ingredientes prima y no se distinguen los productos por separado, señalan los chefs. Prevalece el sabor de la mayonesa, de las lechugas y de las papas. Funciona muy bien, en general, para saciar al hambre. Sin el ánimo de herir susceptibilidades, no es una hamburguesa para sibaritas y tampoco para apasionados del buen comer. Es una opción atractiva para estudiantes con el tiempo justo entre clase y clase y para ‘foodies’ curiosos que quieren poner a prueba el mito.
Precios: desde USD 1,50
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