Danilo Masaquiza, de 35 años, está dedicado a la elaboración de artesanías en platería desde hace más de 18 años. Foto: Modesto Moreta/El Comercio
Usando herramientas rudimentarias, Danilo Masaquiza moldea el oro, la plata, el cobre y da forma a vistosos tupos, washkas (collares), bastones de mando, orejeras (aretes) y más artesanías autóctonas. Están embellecidas con piedras preciosas como la amatista, obsidiana, corales, venecianos y otras piedras que usaron sus ancestros antes, durante y después de la Conquista.
Estas prendas las visten las mujeres de la comunidad y se complementan con los atuendos compuestos por un anaco negro, una blusa negra con bordados, un reboso morado y un sombrero de ala ancha blanco.
Cada pieza que hace Danilo se confecciona a mano. Así mantiene una técnica ancestral. La mayoría de sus creaciones tienen figuras andinas que hablan de la familia, la naturaleza y se representa al Taita Inti (Padre Sol en español). Según la cosmovisión indígena, los minerales los usaban para mantener el equilibrio de la energía. También para diferenciar el estatus social al que pertenecía una persona.
En el pequeño taller ubicado en la parroquia Salasaka del cantón Pelileo, en Tungurahua, Danilo atiza el fuego en un fogón construido con ladrillos hasta que arde al rojo vivo. Ahí, en una cuchara de barro que puede resistir 1 000 grados de temperatura, se funde la plata. Una vez suavizado golpea con un combo. El metal se expande con facilidad y elabora las láminas de plata.
Estas son usadas para la elaboración de los bastones de mando, los aretes y otras joyas que son compradas por las mujeres de la comunidad o los turistas extranjeros. “El uso de estas prendas destaca la belleza de la mujer indígena, y mantiene parte de su identidad”, dice.
Al artesano le tomó cinco años hacer un estudio antropológico para recuperar esta técnica que plasma en sus trabajos de platería. “Hace 600 años esta técnica se aplicaba en Salasaka, pero de a poco se fue desapareciendo y ahora la recuperamos”, dice Danilo.
Esta comunidad habitada por 12 000 personas se ubica en la vía Baños-Puyo. En el pueblo, Danilo es el único que conserva los conocimientos de la platería. Cuenta que durante la investigación antropológica descubrió que las mujeres de su pueblo usaban tres tipos de tupos que identificaban a su cultura y que estaban relacionados con el sol de la mañana, del mediodía y de la tarde.
Asimismo, elabora la vara o el bastón de mando que lleva el prioste durante las fiestas del Capitán, en el Inti Raymi. También las autoridades como los alcaldes o los gobernadores. El bastón tiene adherido una wipala (bandera) y anillos que representan la armonía.
En una de las puntas del madero está la imagen de un puma que simboliza el poder y el liderazgo de quien utiliza ese artículo. Es elaborado con plata y oro. “Estamos manteniendo lo autóctono y lo ancestral. Es el único pueblo que supo camuflar sus conocimientos y saberes ancestrales en la religión”, asegura Danilo.
Su hija Michel, de 17 años, también aprende las enseñanzas y las técnicas que aplican su padre y su madre Gloria, en la platería y en la confección de las chumbis o fajas. La joven viste un collar de corales que su progenitora heredó de su madre y abuelos. “Estoy orgullosa de pertenecer a mi pueblo”.
Michel Masaquiza, de 17 años, también aprende las enseñanzas y las técnicas que aplican su padre y su madre. Foto: Modesto Moreta/ El Comercio
Las washkas estaban elaboradas de coral rojo y el veneciano (piedra de colores que representa al arco iris), que fue traído del Viejo Continente. Antes estaban elaboradas con la concha Spondylus, pero con la Conquista se dio esa fusión de los conocimientos y de los materiales. “El uso del coral en la mujer es el símbolo de la fertilidad y el veneciano, de la pureza y belleza”, dice Danilo.