El artista Carlos Echeverría Kossak en su taller ubicado en San Juan de Cumbayá. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
En la obra del pintor ecuatoriano-polaco Carlos Echeverría Kossak, los espacios arquitectónicos se han convertido en una constante, en una ventana o un mecanismo, como él mismo lo dice, a través del cual poetiza la realidad.
Convertido en un yo poético -narrador de su mundo pictórico, Echeverría Kossak ha moldeado un mundo perfectamente equilibrado donde la línea y la sombra conviven con soltura, con espacios naturales poblados de personas, pero, sobre todo, de animales: moscas, cerdos, perros, monos, abejas, caballos e iguanas.
Este bestiario, bañado de rosas intensos, amarillos chillones y verdes aguacate, ahora recorren las páginas de ‘Narrativas habitables’, el libro publicado por la Universidad San Francisco de Quito que incluye textos críticos de Eduardo Carrera, Santiago Castellanos, Anamaría Garzón Mantilla, Jorge Luis Gómez Rodríguez y José Hernández.
A estos ensayos, que dan luces sobre el trabajo del pintor, se suma una entrevista que ocupa varias páginas realizadas por Ivonne Guzmán, que intenta develar sus intereses artísticos y los mecanismos creativos que despliega al momento de enfrentarse al lienzo.
Volviendo al bestiario pictórico de Echeverría Kossak, habría que añadir que esos animales que habitan sus espacios arquitectónicos no están ahí como un accesorio decorativo, sino como elementos que, a través de la ironía, buscan detonar la reflexión de un mundo donde -siguiendo los pasos del sociólogo polaco Zygmund Bauman- todo tiende a pasar de lo sólido a lo líquido o de lo duradero a lo efímero.
Por eso, en ‘Narrativas Habitables’ es imposible no detenerse frente a obras como El Chamán, un lienzo que pintó en el 2010 donde una larga lengua de color rosa, de alguien que está fuera del cuadro, atrapa a un gran moscardón de color negro. También está ‘Fachada libre’, un cuadro del 2012 que exhibió en el Centro de Arte Contemporáneo, donde una colmena de abejas vuela de forma inquietante frente a un gigantesco edificio gris, que de entrada recuerda a la Plataforma Financiera construida en el norte de Quito.
En su obra muestra que la pintura, como soporte, está totalmente vigente en el mundo artístico contemporáneo.