Los páramos se repueblan con plantas nativas para evitar la erosión. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Una densa neblina cubre una extensa zona árida en las faldas del nevado Chimborazo. Un frío espantoso envuelve los cuerpos de los comuneros indígenas de Yatzaputzan que se cubren con ponchos, chalinas, anacos, bufandas, chompas y sombreros de ala ancha.
La misión de este grupo de habitantes de la zona alta de Ambato es reforestar una parte de las 500 hectáreas de suelo seco del sector La Esperanza. Esta pertenece a la parroquia Pilahuín, localizada en el límite entre las provincias de Tungurahua, Bolívar y Chimborazo, en la vía Ambato-Guaranda.
Es martes, el viento amenazante -a 4 000 metros de altura sobre el nivel del mar- levanta pequeñas partículas de arena que golpean en el rostro e impiden abrir los ojos con facilidad y efectuar el trabajo. Conforme pasan los minutos el clima mejora, pero el viento mantiene sus nudos de velocidad imparable.
Mientras el sol se abre paso entre las nubes y extiende sus gigantes rayos dorados por este devastado suelo arenoso, con rapidez Rodrigo Chontasi, Tomás Asas y Noemí Espín bajan de una camioneta los pequeños árboles de polylepis que reposan en pequeñas fundas de color negro. Son más de 300 plantas de esta especie que deben ser plantadas hasta el mediodía.
La reforestación es parte del plan recuperación que en el 2013 iniciaron los técnicos Instituto de Ecología y Desarrollo de las Comunidades Andinas (Iedeca) con el apoyo de los habitantes de la comuna Cunuyacu y Yatzaputzan.
Desde esa fecha, al menos 24 hectáreas fueron reforestadas. Pero la meta, al finalizar este año, es llegar a las 50. El propósito es recuperar el caudal de agua que había en esa zona.
En la parte baja del extenso territorio color café sobresale un lunar verde. En este lugar corren pequeños riachuelos de líquido vital que dan vida a las almohadillas (especie de esponja que retiene el agua lluvia), el pajonal y otras plantas propias del páramo.
Los árboles de polylepis que fueron plantados hace tres años, en una zona plana, ya alcanzaron los 25 centímetros de alto. “No creíamos que iban a crecer en este terreno arenoso. Estamos incrédulos pero actualmente somos optimistas. Ahora hay alegría porque poco a poco se recupera este espacio. Tenemos más esperanza”, comenta Asas, uno de los comuneros de Cunuyacu.
Durante este tiempo, 20 personas trabajaron en mingas para plantar con abono los polylepis. El clima de la zona es inclemente e impide avanzar con rapidez en la reforestación. El sitio está cercado con alambre de púas, lo que evita que las vicuñas que hay en la Reserva Faunística Chimborazo pastoreen en el lugar. El cuidado está a cargo de la gente del sector.
“La zona se recupera de a poco. Se pueden mirar otras especies que van creciendo como el agualongo y la ñachag. Eso es un signo que se está regenerando el suelo, pese a las condiciones climáticas poco favorables”, dice Rodrigo Chontasi, especialista del Iedeca.
El técnico busca convertir aeste territorio de Tungurahua en un edén con plantas y flores nativas de la zona. Algo similar se efectuó hace 15 años en los páramos del sector Lazabanza de Yatzaputzan. En el proceso de reforestación se logró sacar del pastoreo el ganado vacuno y lanar que abundaba en la zona.
Segundo Punina, vecino de Yatzaputzan, recuerda que lo primero que se hizo es sacar al ganado. Luego se plantaron los árboles nativos y se prohibió la quema de los pajonales. Actualmente, esto beneficia a 800 familias de Yatzaputzan, Lazabanza y Río Blanco. Son 1 240 hectáreas protegidas de bosques, pajonales y plantas nativas que abastecen con el agua para el riego y el consumo humano.
Desde lo alto de la montaña esta superficie es similar a una alfombra verde y en cada paso las botas se hunden 20 centímetros y hay pequeños pantanos viven animales como el venado, el lobo y otras especies. Eso entusiasma a Antonio Quilligana, presidente de Yatzaputzan. Dice que 4 000 hectáreas se riegan con los 44 litros de agua que produce la reserva a 4 150 msnm.
Puntual
La ganadería y la agricultura son las principales actividades de los habitantes.
De 7 a 9 grados centígrados es la temperatura promedio de Yatzaputzan, en Pilahuín.
De Cunuyacu, Yatzaputzan, Lazabanza y Río Blanco son 800 familias beneficiadas.
Los comuneros se autoidentifican como indígenas descendientes Pilahuines.