Rana arlequín (Familia Bufonidae).
Hasta inicios de los años ochenta del siglo pasado, los bosques nublados y páramos de la Sierra ecuatoriana estaban poblados por miles de ranas arlequines -género Atelopus-. En las últimas cuatro décadas, estos anfibios se convirtieron en una de las especies más afectadas por la quitridiomicosis, una enfermedad que a escala global ha provocado la reducción de 501 especies y la extinción de otras 90.
Según una investigación internacional liderada por la Universidad Nacional de Australia (ANU), que se publicó el lunes en la revista Science, la quitridiomicosis es una enfermedad causada por el hongo quítrido -Batrachochytrium dendrobatidis-, que ha estado presente durante los últimos 50 años en más de 60 países y cuyo impacto se ha sentido, sobre todo, en Sudamérica, América Central y Australia.
Juan Manuel Guayasamín, investigador y docente de la Universidad San Francisco de Quito, estuvo a cargo de la evaluación de 600 de las 8 000 especies de anfibios investigadas. “En el país -dice- no hay muchas declinaciones asociadas directamente con este hongo a excepción de dos grupos: las ranas arlequines y tres especies de ranas acuáticas conocidas como ucos”. En su investigación comprobó que de las 25 especies de ranas arlequines que han sido reportadas en Ecuador, 17 parecen estar extintas. Esto representa el 68% de la diversidad de este grupo. A ellas se suman la extinción de tres especies de ucos -género Telmatobius-.
El doctor Ben Scheele, investigador principal del estudio, afirma que la quitridiomicosis es una de las enfermedades más virulentas que han afectando a la fauna silvestre y que su existencia está contribuyendo a la sexta extinción masiva de la Tierra. “Hemos perdido algunas especies realmente asombrosas. La globalización y el comercio de especies silvestres son las principales causas de esta pandemia mundial, permitiendo que continúe su propagación”, sostiene el investigador.
Noemí Torres es parte del equipo que trabaja en el Proyecto de Conservación de Anfibios del Ecuador y Uso Sostenible de sus Recursos Genéticos (PARG) del Ministerio del Ambiente. Esta veterinaria confirma que la institución sí tiene conocimiento de la pandemia y que efectivamente la mayoría de especies afectadas en el país corresponde a las ranas arlequines. “De hecho sabemos que el primer reporte de la presencia de este hongo en Sudamérica se dio desde el país, a inicios de la década de los ochenta”, apunta.
Una de las personas que puso la alerta en Ecuador fue Santiago Ron. El catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador cuenta que con base en datos trabajados por la investigadora Andrea Manzano se sabe de la presencia del hongo desde la década de los setenta. “Inicialmente -dice- la frecuencia del hongo era baja pero durante la década de los ochenta la frecuencia aumentó significativamente. Ahora hay registros de su presencia desde la Amazonía en el Yasuní hasta el bosque húmedo del Chocó”.
La extinción de especies de anfibios como la rana arlequín ha tenido un fuerte impacto en los ecosistemas que habitaban. Ron explica que las ranas que tienen un modo de vida anfibio cumplen un rol importante movilizando nutrientes entre ecosistemas acuáticos y terrestres. “Por otro lado, los renacuajos se alimentan de algas y compuestos orgánicos. Su ausencia modifica la química del agua en los riachuelos”.
Para evitar que desaparezcan más clases de anfibios en el país, Guayasamín sostiene que más instituciones deberían replicar el trabajo de espacios como el Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios (Quito) y El Centro de Conservación de Anfibios Amaru (Cuenca) donde se atiende a las poblaciones más vulnerables. Cuando se encuentran especies con el hongo las limpian y las ponen en cuarentena.
Los investigadores concuerdan que uno de los problemas más complejos, en relación a esta pandemia, radica en las posibilidades reales que existen para mejorar la regulación de la bioseguridad en las fronteras y para generar un mayor control del comercio de vida silvestre. Al respecto, Torres explica que entre las especies de ranas que han sido introducidas al país y que se sospecha son portadoras de este hongo están las ranas de uñas africana y la rana toro americana.