El arzobispo Fausto Trávez celebró una misa en honor a los restos del obispo Cuero y Caicedo. Foto: Enrique Pesantes/EL COMERCIO
La imagen de José Cuero y Caicedo ha sido maltratada por la historiografía revisionista, que ha querido ver en él un modelo de doblez y hasta de traición a los intereses de la patria”. Ese el criterio que tiene Jorge Núñez, director de la Academia Nacional de Historia sobre el primer y único presidente del Estado Independiente de Quito.
Los restos del obispo Cuero y Caicedo que fueron repatriados de Perú, donde falleció en 1815, llegaron el lunes 12 de septiembre a Quito. Luego de una ceremonia en la Plaza Grande y de una misa conmemorativa fueron colocados en la Catedral.
El repatriación de los restos de Cuero y Caicedo formaron parte de las celebraciones por el bicentenario de su fallecimiento. Durante el 2015 la Academia Nacional de Historia y el Ministerio de Cultura y Patrimonio organizaron varios eventos orientados a que se reconozca la importancia de este obispo en el proceso de independencia del país.
Además se publicó el libro ‘Bicentenario de la muerte del obispo José Cuero y Caicedo, Presidente del Estado de Quito 1811-1812’, donde se resalta su trabajo político a través de ensayos de catedráticos e historiadores como Leonardo Barriga López y Javier Gómez Jurado.
La posición política de Cuero y Caicedo a favor de la independencia tomó fuerza a partir de la masacre del 2 de agosto de 1810. Este acontecimiento lo llevó a denunciar, ante sus autoridades superiores, los crímenes cometidos contra el pueblo de Quito.
Un año antes, de acuerdo con la historiadora María Antonieta Vásquez, la posición de Cuero y Caicedo fue más cauta, porque “el ambiente se volvió anárquico y él temía que con la llegada de tropas se desatara la violencia, su gran preocupación era la seguridad de la ciudad. Pero con la llegada de Toribio Montes a Quito, su posición se endureció. Organizó al pueblo para que se resistiera a la entrada de las tropas provenientes de Lima y decretó excomunión para los curas que no apoyaran la causa rebelde. Él quería defender a Quito de las amenazas de Popayán, de Guayaquil, de Cuenca y de los hombres de Montes. En ese punto, Cuero y Caicedo defendía el proyecto de Quito”.
El historiador Enrique Ayala Mora desarrolla la idea de la doble faz atribuida la obispo, expresada en el acto por Núñez: “Aparecieron documentos en los cuales su vinculación a la Junta Quiteña resultaba ambigua. Por un lado se adhirió a esta, pero por otro suscribió un documento privado con los canónicos indicando que lo hacía por lealtad al rey. Y se dijo que había tenido una doble política. Los historiadores tenemos que entender las circunstancias en las que se dan los hechos. Entonces el solo compromiso con la (primera) Junta, el haber aceptado ser su vicepresidente ya era un desafío enorme al poder español. Que él haya tomado recaudos para que no parezca una traición es entendible”.
La historiadora María Antonieta Vásquez aclara que el obispo Cuero y Caicedo no fue Vicepresidente de la Junta de 1809 sino vocal. Su aseveración se sustenta en un oficio enviado por Ruiz de Castilla al Consejo de Indias con fecha 6 de junio de 1810, en el que informa sobre los motivos que le han impedido concluir la causa de estado contra los implicados en la insurrección de agosto y se refiere a la participación del Obispo Cuero y Caicedo.
“[…] la seducción irresistible que padeció este vecindario, a más de la fuerza Armada, [se dio] por el ejemplo de su Pastor que autorizó la sanción del nuevo gobierno, admitió el empleo de primer Vocal de la junta tumultuaria que estuvo ejerciendo por algún tiempo, y recibió en sus sagradas manos el sacrílego juramento que prestaron en su Iglesia catedral los funcionarios y algunos Cuerpos [el 17 de agosto de 1809] […]. Quito 6 de Junio de 1810. (Archivo Histórico/Ministerio de Cultura del Ecuador: fondo Jacinto Jijón y Caamaño 0298, ff. 23v-24)”.
Como presidente del Estado de Quito, Cuero y Caicedo buscó restablecer la paz y negociar un pacto de no agresión con las autoridades españolas de las provincias vecinas; los curas predicaban en los púlpitos y plazas públicas y al mismo tiempo participaban en combates, como el de Mocha.
Uno de los acontecimientos más importantes ocurridos durante la presidencia de Cuero y Caicedo fue la elaboración de la Constitución Quiteña de 1812. Un documento orientado a la defensa de los derechos de los quiteños.
Después de pasar 200 años exiliado en Perú y varios meses en una capilla ardiente en el Centro Cultural Simón Bolívar, de Guayaquil, los restos de Cuero y Caicedo reposan en la Catedral de Quito junto a otros personajes ilustres de la actual nación ecuatoriana.