Varias publicaciones retratan los secretos de la cocina de la Santa Sede y resaltan sus mejores platos. Foto: AFP.
Con la llegada de un Pontífice, no solo cambia la estructura gubernamental dentro del Vaticano. Una de las reformas que nunca faltan son a escala gastronómica, donde importa satisfacer los gustos del Papa y también dar a conocer la cultura culinaria de su país de origen hacia sus invitados.
Uno de estos elementos lo sacó a la luz el libro ‘En la mesa con Francisco’, publicado a finales de marzo y en el cual Roberto Alborghetti, su autor, da a conocer las disposiciones del Papa en la cocina vaticana. Por ejemplo, para el Pontífice argentino nunca están de más las sopas, los mariscos, el pan casero y un buen mate.
Para él, mantener la unión familiar es un elemento esencial, y por eso su cultura culinaria ha hecho que no falten grandes mesas para compartir entre todos los alimentos del día, sobre todo en las ocasiones en que las monjas encargadas de su comida le preparan empanadas de carne, sus preferidas.
Su predecesor, el papa emérito Benedicto XVI, en cambio mantiene vivos sus orígenes alemanes, y uno de los platillos que no pueden faltar en su mesa es la papa bávara mezclada con ravioles. En esta misma onda transitan sus ensaladas, las cuales están compuestas por salchichas y aderezos que recuerdan la tradición culinaria de su país.
Como buen alemán, los cárnicos no faltan en la mesa de Benedicto XVI. Las chuletas son sus favoritas, aunque los médicos cuidan mucho que los niveles de glucosa en su sangre no se disparen.
Juan Pablo II, quien fue uno de los pontífices más modestos de la última centuria, era más cercano a los platillos polacos y a ciertas preparaciones italianas, como la pasta y la pizza. Entre los infaltables de su mesa estaban los pierogi, que consisten en pastas artesanales rellenas con diferentes tipos de vegetales. Este platillo se ha caracterizado por ser uno de los más sencillos dentro de la gastronomía polaca, y tal vez mantenía relación con el discreto estilo de vida que mantenía el líder religioso.
Los postres son un elemento clave en el menú pontificio. Y uno de los libros que más ahonda en este elemento en particular es ‘Buon Appetito’, escrito por miembros de la Guardia Suiza. En el caso de Francisco, en esta publicación se reveló que el dulce de leche es su favorito. Eso sí, en su preparación prefiere un poco de coñac para dar un tono fuerte a la receta.
Benedicto, según lo reveló el libro ‘Los secretos de la cocina del Vaticano’, en cambio, prefiere el helado de mandarina y la tarta de manzana, una combinación que se marida perfectamente con su dieta alta en carnes y embutidos. Juan Pablo II, por su parte, era más cercano a las preparaciones dulces que incluyan manzana, canela y azúcar impalpable.
En este listado, una de las publicaciones que no puede faltar es ‘The Vatican Cookbook’, en el cual se revelan las recetas detrás de los 500 años de los platillos que se han servido en los salones vaticanos. Aunque en una buena porción se centra en los tres últimos pontífices, hay una buena selección histórica de los mejores menúes que componen esta cocina.