Las mascarillas de velo son muy fáciles de usar, un factor que ha contribuido a su popularidad. Foto: Freepik
Las mascarillas de velo o mascarillas coreanas son un producto que entra cada vez a más hogares para formar parte de la línea básica de productos de cuidado facial. Sin embargo, producen muchos desechos, lo que les ha ganado el nombre de ‘sorbetes’ de la industria de los cosméticos.
Estos productos consisten en un velo -de celulosa, algodón, silicona u otros materiales- infusionado en un suero con principios activos, como colágeno, ácido hialurónico, aloe vera, vitamina A, vitamina C, entre otros, para combatir los signos de la edad, la resequedad y las manchas.
El velo ayuda a ocluir la piel mientras esta absorbe los nutrientes. Son empacados en sobres de plástico y aluminio. Todo es desechable tras un uso.
Se abrieron campo en Corea del Sur a inicios de siglo. Así lo recuerda Diana Kwon, empresaria coreano-ecuatoriana del sector estético.
Alrededor de esos años, cuenta, las empresas de belleza surcoreanas dejaron de depender de los distribuidores. Los productos empezaron a venderse directamente al consumidor final, disminuyendo drásticamente los precios y fomentando una competencia que resultaría en una oferta cada vez más diversificada, que pronto se exportó a todo el mundo.
Así, las mascarillas de velo viajaron, primero lentamente, a cada país. A Ecuador llegaron alrededor del 2013. En un inicio no eran muy conocidas, pero las ‘influencers’ de belleza ayudaron a dar a conocer su uso y resultados.
Google Trends, una herramienta que permite visualizar la popularidad de un término en la Internet en un periodo determinado, muestra que ‘sheet mask’ (en inglés) ha ganado interés en los últimos cinco años.
En marzo del 2016, por ejemplo, ese interés se cuantificó en 16 puntos. Dos años después, alcanzó una puntuación de 50, es decir, “la mitad de popular en relación con el valor máximo”, según se explica en el portal de tendencias.
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El pico de popularidad, con 100 puntos, fue alcanzado en mayo del 2020, justo mientras gran parte del mundo estaba en cuarentena por la pandemia del coronavirus.
En esos meses hubo un gran interés por el cuidado de la piel, mientras que la venta de maquillaje disminuyó. “Hemos tomado conciencia de que es importante nutrir e hidratar la piel”, dice Ivonne Urresta, dermatocosmiatra y directora del Instituto Internacional de Cosmetología.
Estos productos, explica, son eficaces si se usan de forma constante y correcta. Por ejemplo, si se quiere combatir la piel seca se debe aplicar una mascarilla de aloe vera cada semana. Antes de hacerlo, hay que limpiar y lavar el rostro.
Además, según la experta en belleza, son fáciles de usar, lo que ha aumentado su aceptación. No manchan como las mascarillas en gel o crema, no hace falta lavar el rostro después de usarlas; solo se debe desechar el velo tras 20 minutos de acción sobre el rostro.
Y ese es el problema. Es un producto de un solo uso que produce basura en forma de sobre de plástico y aluminio, un velo de materiales que mayoritariamente no son biodegradables y restos cosméticos que tampoco son muy amigables con la tierra o el agua.
Carolina Corral, cofundadora de la tienda de productos cosméticos naturales Green Bliss, dice que una forma de disminuir el impacto es buscar velos biodegradables. Sin embargo, los empaques seguirán siendo un problema para quienes quieren reducir su huella en el planeta.
En ese caso, una opción un poco más amigable con el ambiente es usar sueros directamente sobre el rostro. Urresta dice que cada vez hay más productos que son mejor absorbidos por la piel, como los que cuentan con péptidos biomiméticos o nanopartículas.
Otra alternativa es ayudarse de un electroporador facial para uso casero. Este artefacto, cada vez más común en tiendas de belleza, ayuda a la absorción de los productos.
En marzo de este año, la popularidad de las mascarillas de velo alcanzó los 79 puntos en Google Trends, y aunque bajó respecto de su pico
máximo, la tendencia se mantiene estable.