La fiesta popular de Corpus Christi atrae a centenares de personas en Cotopaxi. Los comuneros de 20 poblados participan en las actividades tradicionales. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Una nube de polvo se levanta en la plaza de Danzapamba, en Pujilí, cuando centenares de comuneros que llegan desde 20 poblados ingresan para escalar los palos ensebados. Esa es una de las tradiciones de Corpus Christi más concurrida en ese cantón, situado a 20 minutos de Latacunga, en Cotopaxi.
El fin de semana pasado, como todos los años, los juegos de Pentecostés cerraron las celebraciones. Cooperativas, mercados, barrios, comunidades e instituciones donaron los premios que se colocaron en la parte alta de unos 70 palos ensebados.
Los postes más pequeños medían cinco metros, y los más grandes tenían hasta 25 metros de altura. En la cumbre se colgaron cobijas, prendas de vestir, todo tipo de plásticos, bebidas… Incluso había borregos, jaulas con cuyes y pollos, costales de papas, cebollas, entre otros productos.
“No solo es por las cosas que logramos conseguir, sino por el orgullo de haber escalado tan alto”, dice Pedro Toachi.
Él acude a la fiesta cada año desde hace una década y es uno de los jugadores más experimentados. Este año consiguió varias botellas de licor, cestos de ropa y otros premios.
“Antes, los juegos se hacían en las comunidades. Ahí se colgaban animalitos o comida para los jóvenes más arriesgados”, cuenta Toachi.
Oswaldo Zambrano, de 24 años, es uno de los jugadores más jóvenes pero de los más talentosos. El domingo pasado ( 3 de junio del 2018) escaló un palo ensebado de 25 metros, el más alto de todos.
Lo hizo en solo 10 minutos y fue el único en alcanzar la cima, por lo que logró conseguir todos los premios. Su esposa Blanca Braján lo esperaba al pie del poste, junto con toda su familia, gritando y aplaudiendo para darle ánimos.
“Él siempre gana. Este es el quinto año consecutivo que participa y logra bajar todo lo que hay en el palo más alto, es muy rápido”, dice Braján.
Zambrano obtuvo unas 10 cobijas y prendas de vestir. “Es una habilidad con la que ya nací. Cada año vengo preparado para ganarme el mejor premio”, dice el joven.
Otro juego de Pentecostés consiste en celebrar bodas falsas y casar parejas que no se conocen entre sí. Una pequeña choza hecha con ramas de eucalipto se convirtió en una improvisada sala nupcial.
Mujeres disfrazadas recorren la plaza buscando parejas para el matrimonio, luego los casan en una graciosa ceremonia con un vaso de chicha.