Sobre los jesuitas y sus contribuciones a la sociedad se han escrito enciclopedias y muchos volúmenes de investigaciones antiguas y recientes.
Orígenes
Un viaje por el tiempo nos permite ubicar el contexto del nacimiento de esta orden religiosa, considerada por los historiadores, como una de las más poderosas de la Iglesia Católica.
En el siglo XVI cabalgaba en Europa el jinete del Renacimiento con todo su esplendor político, científico, económico y sobre todo cultural. Paralelamente, aparecieron, en el mencionado siglo, las reformas de Martín Lutero, y la denominada contra reforma conducida por los jesuitas para detener el avance del protestantismo.
¿Quiénes eran los jesuitas? Un grupo de sacerdotes intelectuales conducido por Ignacio de Loyola, vasco y gentilhombre de la corte castellana, quien, luego de recibir un mortero en una de sus piernas durante el asedio de Pamplona en 1521, leyó una biografía de Jesús – “La Imitación a Cristo”, de Tomás de Kempis-, y otras durante su convalecencia, dando inicio a un proceso de conversión que culminaría junto a seis estudiantes de la Universidad de París, con la fundación de la Compañía de Jesús, en 1540.
El nivel de influencia de los jesuitas dentro y fuera de la Iglesia creció hasta causar preocupación en las cortes de Portugal, Francia y España, que expulsaron y disolvieron a miles de jesuitas entre 1759 y 1767. La presión de estas coronas llevó al Papa Clemente XIV a la supresión de la Compañía de Jesús en 1773, pero un pequeño grupo de jesuitas siguió existiendo en Rusia, bajo el amparo de Catalina la Grande.
Un dato interesante: los americanos, que tenían voz propia en las cortes españolas, solicitaron la restitución de los jesuitas a sus respectivos países. La petición fue firmada por treinta delegados americanos. Lo hizo José Joaquín de Olmedo, y se abstuvo José Mejía Lequerica.
Misiones
Esta orden religiosa, inspirada en los Ejercicios Espirituales y definida en las Constituciones, se distinguió por su disciplina, discernimiento y pasión por la obra misionera que se extendió primero por Europa, Asia, África y luego América.
“Hombres como Mateo Ricci en la China, Roberto de Nobili en la India y Antonio Ruiz en las reducciones del Paraguay, llevaron la espiritualidad jesuita a la práctica”.
Los franciscanos, los dominicos y los jesuitas en tierras americanas marcaron la impronta del dominio español, donde lo político, religioso y cultural estuvieron articulados. Esta influencia se ilustró en los mapas de las misiones. Uno de ellos –el más famoso- es el mapa del ‘Gran Río Marañón o Amazonas, con la Misión de la Compañía de Jesús’, elaborado por el P. Samuel Fritz (1707).
“Las misiones, según los historiadores, fueron las únicas presencias efectivas de la corona española y de su Audiencia de Quito en buena parte de la cuenca del Marañón-Amazonas. La expulsión de los misioneros significó el abandono de aquella región”.
Educación
La preocupación por la educación llevó a los jesuitas a fundar escuelas, colegios y universidades en todo el mundo, que son crisoles de formación de decenas de generaciones sobre la base de dos principios básicos: la fe y la promoción de la justicia, alimentados por el redescubrimiento de las fuentes de su espiritualidad. Su llamado es trabajar “porque todo hombre y mujer logren establecer relaciones justas con Dios, con los demás y con la creación”.
Francisco Javier tuvo un afán emprendedor, y se mostró ilusionado con el colegio Goa, en la India. Más tarde apareció en España el primer colegio jesuita “Gandia”, en 1546, y luego en Italia, Messina, en 1548.
Por instrucciones propias de su fundador, Ignacio de Loyola, se elaboró la “Ratio Studiorum”, conocido como el Sistema Educativo de la Compañía de Jesús, promulgado en 1599, bajo la conducción del P. Claudio Acquaviva. Este documento rigió durante dos siglos, y sirvió como referente para los colegios europeos y sus colonias.
Los colegios jesuitas se multiplicaron y en el siglo XVIII fueron reconocidos como la fuerza educadora del mundo, por ser un “modelo maravillosamente perfilado”, porque siguió los perfiles de la Universidad de París, paradigma de entonces, en pleno Renacimiento. Su pénsum de estudios contemplaba tres ciclos: Lenguas Clásicas, Filosofía y Teología, y se añadían con frecuencia las Leyes y la Medicina.
Los colegios y universidades jesuitas sembraron conocimientos y formaron gente de bien, sobre la base del proyecto pedagógico ignaciano, cuyo eje es el “Magis” que significa “más” y es un valor esencial en la espiritualidad de los jesuitas.
El “Magis” intenta promover la calidad o excelencia sobre la cantidad, para la mayor gloria de Dios (AMDG) y el servicio a los demás. El método jesuita es el discernimiento para descubrir, inspirar y construir una visión cristiana del mundo y la sociedad. La educación jesuita “se propone la formación de personas y profesionales competentes, conscientes, compasivos y comprometidos”.
Cultura
“En julio de 1586 se establecieron los primeros cuatro jesuitas en territorio quiteño: los sacerdotes Baltasar Piñas, Diego González, Diego Hinojosa y el H. Juan de Santiago”. Las misiones, la educación y la cultura fueron los objetivos básicos de los hijos de Ignacio de Loyola en América.
En 1594, en el edificio actual del Centro Cultural Metropolitano, en Quito, se instalaron los jesuitas. Allí funcionó el Colegio Máximo, que se extendió a la manzana, incluida la iglesia de la Compañía de Jesús. Esta infraestructura incluía, a más del colegio, botica, huertos, panadería, la Universidad de San Gregorio Magno y su magnífica biblioteca, reconocida como la más sobresaliente de América del Sur.
La expulsión de los jesuitas, en 1767, significó un cambio en el uso del suelo y de los edificios adyacentes. Una parte se convirtió en cuartel y otra en fábrica de tabaco. Y en ese espacio nació la Universidad de Santo Tomás de Aquino, antecesora de la Universidad Central del Ecuador, y la biblioteca de los jesuitas se convirtió en biblioteca pública regentada por Eugenio Espejo.
La primera expulsión de los jesuitas duró 41 años, pero el 7 de agosto de 1814, el Papa Pío VII restauró la Compañía de Jesús. Entre los famosos jesuitas desterrados se halló el P. Juan de Velasco, riobambeño, autor de la ‘Historia Moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo Reino’. Velasco murió en Faenza, Italia.
Juan José Flores intentó llamar a los jesuitas, a través de Olmedo, sin éxito. Fue Gabriel García Moreno quien logró el objetivo en 1862 –tras la expulsión que habría decretado José Ma. Urbina-.
En 2014 se cumplió el segundo centenario de la restauración de la Compañía de Jesús, según bula promulgada por el Papa Pío VII, el 7 de agosto de 1814.
Pasado y presente
El apostolado de los jesuitas en Ecuador e Iberoamérica es reconocido por la sociedad, por sus contribuciones a la formación de los jóvenes, las investigaciones científicas y el desarrollo cultural. La Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), conducida por el P. Fernando Ponce León sj, está ubicada entre las mejores de América Latina, según sistemas de evaluación internacionales.
Sus iglesias y capillas -entre las que sobresalen la Compañía de Jesús, en Quito-, son relicarios de arte, pintura, escultura y arquitectura, y forman parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La labor cultural de los jesuitas es encomiable. Un claro ejemplo es la Biblioteca ubicada en Cotocollao -hoy convertida en Centro Cultural- iniciada por el P. Aurelio Espinosa Pólit y continuada por los sacerdores P. Julián Bravo y el P. Iván Lucero, que atesora miles de libros, documentos, mapas, incunables, objetos y obras artísticas de enorme valor histórico que merecen más apoyo por parte del Estado.
En un recorrido podemos redescubrir allí las raíces del Ecuador de hoy, porque es el único y el más grande espacio cultural en América Latina que recoge las más importantes piezas periodísticas, bibliográficas, lienzos de diversos períodos históricos, donde se mezclan elementos de museología, archivística y documentología, con rigor científico, ahora en proceso de digitalización.
La misión de la Compañía de Jesús continúa militante en el Ecuador -bajo el liderazgo del P. Daniel de Ycaza Oehlke sj- gracias a su organización, radicalidad y búsquedas incesantes, con los mismos principios: la fe y la promoción de la justicia.
El Plan Apostólico Provincial (Ecuador, 2023 – 2028), denominado “Horizonte Común”, expresa: “Somos compañeras y compañeros en la Misión de Dios, configurados por el carisma ignaciano que soñamos con un Ecuador transformado por los valores del Evangelio. Nos sentimos parte activa de la Iglesia sinodal y en salida, comunidad profética que examina y discierne las exigencias de nuestro tiempo y contexto, desde la persona de Jesús”.
El P. Arturo Sosa, General de la Compañía de Jesús, delinea las Preferencias Apostólicas Universales (2019-2029): “Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento; caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia; acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador; y, colaborar en el cuidado de la Casa Común”.
El Papa Francisco, el primer jesuita de la historia, ha seguido el camino de Ignacio de Loyola, en los nuevos y complejos escenarios de la sociedad contemporánea.