Las focas se ubican en el puerto principal de las islas Shetland del Sur, en el océano glacial Antártico.
El impacto del ser humano cada vez llega a zonas más lejanas y a lugares que, hasta el momento, se creían intactos. Un reciente estudio publicado en la revista Scientific Reports, del grupo Nature, muestra la influencia que van ganando las personas en la Antártida, una zona protegida que se creía tenía una presencia antropogénica limitada.
Uno de los principales hallazgos de esta investigación, centrada en un inicio en las consecuencias de la presencia del humano, son las bacterias de Escherichia coli (E. coli). Por lo general, estas están involucradas en las enfermedades de las personas, pero en esta ocasión fueron halladas en tres especies de mamíferos marinos del área.
Azucena Mora, autora principal del estudio e investigadora del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Universidad de Santiago en España, explica que en la literatura científica se encuentran muy pocos estudios sobre mamíferos marinos en relación con la presencia de E. coli y en ninguno de los casos se ha analizado a estos animales de las regiones antárticas. “No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar”, dice la investigadora.
Los análisis realizados en el pasado se han enfocado en el efecto de las descargas de aguas residuales provenientes de las zonas cercanas a las estaciones científicas, pero han dejado de lado el impacto generado por los microorganismos asociados a los humanos en los animales.
Lo primero que sorprendió a este grupo de investigadores fue constatar que de la mayoría de los mamíferos ‘muestreados’ se aislaba E. coli. Esto se diferencia con los estudios previos que habían indicado baja presencia de E. coli en los mamíferos marinos que viven en ambientes prístinos, en comparación con los animales en cautiverio, o en lugares próximos a la zonas habitadas.
Los aislamientos de E. coli fueron obtenidos de muestras fecales de animales sanos. Esto revela, según Mora, que estas bacterias formaban parte de su microbiota intestinal normal y no afectaban a su salud.
Con estos resultados, se evidencia que estos animales ya adquirieron ciertas cepas de E. coli de origen humano y que ya forman parte de su organismo, sin causarles daño. El problema es que algunos de esos aislamientos pertenecen a grupos importantes de la bacteria desde el punto de vista clínico, que tiene la capacidad de diseminar genes de resistencia, y que actualmente tiene gran impacto en la salud humana.
Estos mamíferos marinos antárticos interactúan con otros animales de la misma región, y otras regiones en sus desplazamientos, por lo que podrían actuar como transmisores, amplificando la diseminación de estas bacterias.
Para la autora de la investigación, es necesario establecer medidas oportunas para reducir al máximo la presencia del hombre en esas zonas preservadas y que las actividades realizadas en ellas estén plenamente justificadas.