En el área de restauración del Museo Hojas de Jaboncillo se recuperan las piezas localizadas en diferentes sitios. Foto: cortesía Santiago Pin.
Los hallazgos de vestigios arqueológicos, a los que el pueblo montuvio manabita accede cotidianamente, ayudan a comprender el pasado de esos territorios y de quienes habitaron en esta zona.
Tradicionalmente, ellos reconstruyen estas épocas cuando llevan algunas de esas piezas para que sean analizadas por expertos y así conocer más acerca de sus antepasados.
Analía Navarrete cuenta que es una costumbre que ayuda a generar valor cultural y que ya está arraigada en el montuvio.
Navarrete es funcionaria de la Dirección de Patrimonio Cultural del Municipio de Manta. Desde ese espacio ha notado la capacidad de asombro de las personas que logran tener el primer contacto con el vestigio. “Se paraliza todo lo que se esté haciendo en ese momento y se forma una muchedumbre que siente la necesidad de observar el objeto”.
La Dirección de Patrimonio de ese Cabildo contabiliza unos 80 hallazgos en los últimos cuatro años.
Los vestigios que se han encontrado en construcciones privadas o en excavaciones de obras públicas pertenecían a la era prehispánica.
Luego de que los expertos determinen su ubicación en el tiempo, los montuvios piden que sean llevadas al museo arqueológico del cerro Hojas de Jaboncillo, en la zona de Picoazá, en Portoviejo.
Este lugar alberga las evidencias de la cultura Manteña. En los últimos años se ha convertido en el mayor orgullo de los manabitas. Los habitantes recuerdan constantemente la historia de que allí hubo el asentamiento de una ciudad de la era prehispánica.
La docena de restos de vasijas y varias conchas spondylus halladas en agosto del 2017 aún se comentan en Manta.
Por ese entonces se instalaba un sistema de soterrado eléctrico. Fue en ese momento cuando los obreros de una empresa debieron parar la obra ante la presencia de unas estructuras con forma globular.
Estaban un poco fragmentadas, pero ciertas partes conservaban su aspecto cerámico grueso. Miguel Cevallos, coordinador de Obras en el Municipio, no se animó en principio a extraerlas de la tierra por temor a que se desvanecieran en sus manos. Pero cuando los técnicos del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural las movilizaron, pudo sentirlas por un instante.
Santiago Pin, asistente de restauración en el museo cerro de Jaboncillo, explica que muchos de los vestigios encontrados fuera de Picoazá son de vasijas que pueden medir hasta 82 cm. El objeto se destinaba para la preparación de alimentos de aquella época.