Los 30 grupos participantes mostraron las costumbres y tradiciones enraizadas en los pueblos en esta fiesta. Foto: Lineida Castillo /EL COMERCIO
El cantón azuayo de Gualaceo celebró el Carnaval con un colorido desfile de sonidos folclóricos y tropicales de las culturas de Ecuador y Colombia. El evento se realizó el pasado domingo y convocó a miles de espectadores.
Los 30 grupos de danzantes llevaron a la avenida Jaime Roldós -por donde avanzó el desfile- un derroche de música y color, sincronía en los movimientos corporales, creatividad en los carros alegóricos y los sonidos de los instrumentos musicales.
La temática de esta comparsa fue Los sonidos del Mundo. La Banda de la Policía con las autoridades de la ciudad y tres carros alegóricos que llevaban a las reinas de Gualaceo y del Carnaval abrieron el desfile.
Siguieron los estudiantes de la Universidad Nacional de Educación de Azogues con la bomba, un género musical afrodescendiente, originario del Valle del Chota, en la provincia de Imbabura.
La Casa de la Cultura de Azuay, extensión Gualaceo, presentó la Fiesta de los Compadres. El carro alegórico estuvo adornado con pentagramas musicales, guitarra y tambor, elaborados en plástico.
Por su lado, la agrupación Wayrapamushka reunió bailes típicos de tres países. Unos 18 bailarines mostraron la bomba mapalé, un ritmo afro colombo-ecuatoriano; y otros siete jóvenes bailaron capoeira, la danza brasileña.
El sonido de los tambores imponía los movimientos rápidos y sensuales en los danzantes. Según la directora de este grupo de danza, Valeria Guzmán, armaron esta comparsa, prepararon el vestuario y escogieron la música ajustándose al bullicio que impone el Carnaval en el mundo.
A lo largo del recorrido de más de un kilómetro nadie escapó al juego carnavalero con espuma o maicena. Las familias apostadas en las aceras jugaban entre ellos o lanzaban espuma a los danzantes.
Del vecino país de Colombia llegaron un grupo de Pasto y otro de Cali. El primero presentó La Danza de la Libertad, que tiene relación con leyendas mitológicas del Carnaval de los negros y blancos.
Los 30 danzantes -vistiendo pomposos trajes con accesorios verdes y fucsias- bailaron al son de las zampoñas, chicus, maltas, redoblantes y bombos, entonados por sus compañeros. Fue todo un espectáculo de música en vivo.
El otro grupo colombiano bailó salsa con esa combinación propia de fuerza, rapidez y sensualidad que impone este ritmo, y que fueron aplaudidos por los presentes.
En cambio, las comunidades y centros educativos rescataron la riqueza del Carnaval andino. Caguazhún recreó las costumbres de las familias indígenas cuando comparten sus cosechas y alimentos.
Atrás iban los jefes de familias entonando música con flautas, tambores, acordeón y rondador; y otros ofrecieron chicha de jora y guaguas de pan a los espectadores.
También hubo danzas de los diabloshumas, cayambis, cañaris, cholas cuencanas, otavaleños, montuvios y esmeraldeños. En ese ambiente sobresalieron las costumbres y tradiciones de los pueblos.