En los atardeceres dominicales, los sonidos de las flautas traversas alegran a la comunidad de Cotama, en el norte de Otavalo. Esta tradición sonora indígena la mantienen cinco maestros, como se les denomina en la localidad. Estos músicos, que tienen entre 65 y 75 años, son los guardianes de esta tradición milenaria.
En Cotama sobrevive la técnica de producir sonidos a través de las cañas de carrizo transformadas en instrumentos musicales.
Para Fabián Vásquez, presidente del Centro Cultural de Investigación Ancestral y Desarrollo Integral Comunitario Hatun Kotama, la flauta traversa era la compañera de la vida cotidiana y de las festividades de los pueblos indígenas de Imbabura. Estas se utilizaban para convocar a las mingas para la siembra, para la cosecha y para las fiestas… que en esta área se realizan de manera comunitaria. Sin embargo, estos ritmos se han perdido en casi todas las comunidades.
Tal vez por eso, Luis Alfonso Cabascango, de 72 años, considera a la flauta como su compañera eterna. Es más: el músico, que aprendió a tocar a los 6 años, piensa que el silbato tiene género y espíritu. “Las flautas de mayor grosor, que tienen un sonido agudo, son hembras. Mientras que las más largas y delgadas –que les denomina Kucha– y de eco suave son machos porque indican la fuerza de la Pachamama –madre tierra-”, dice Cabascango.
La música va acompañada por una danza que incluye un fuerte zapateo. En Cotama, Segundo Quinchuquí, de 67 años, es el encargado de acompañar la melodía y el baile con frases entrecortadas, resaltando el nombre de la comunidad.
La costumbre dicta que las flautas hembras tienen que sonar en pareja, a diferencia de la Kucha, que es ejecutada por una sola persona. Sin embargo, cuando llega la inspiración se crea una especie de pequeña orquesta sinfónica, en la cual aproximadamente una treintena de personas muestra sus destrezas artísticas.
En Cotama, donde viven 600 familias de agricultores y artesanos, el eco de las flautas es algo familiar. También el de un cuerno de búfalo con una perforación, el cual que se utiliza como corneta. Dependiendo de los tonos, los vecinos saben a qué les están convocando los instrumentos musicales.
Según el antropólogo Luis Enrique Cachiguango, cuando la flauta Kucha ejecuta un ritmo lento, este sirve para los recorridos de casa en casa. Pero cuando es más acelerado, se trata de bailes en las viviendas y los trotes por los caminos. El investigador identifica 11 variedades de tonos para diferentes actividades.
Hace una década, había más flauteros. Sin embargo, sus conocimientos etnomusicales se iban perdiendo cuando morían. Es por eso que los maestros decidieron crear la Escuela de Flauteros Hatun Kotama. Se trata de una academia popular en la cual los flautistas de mayor experiencia depositan las técnicas en los jóvenes que tienen sed de conocimientos. Utilizan las aulas de la escuela Luis Ulpiano de la Torre, de Cotama, los domingos. Los cursos son gratuitos y están abiertos a todas las personas que deseen conocer esta música.
Como la mayoría de maestros, Mariano Maldonado, de 75 años, aprendió a arrancarles las notas musicales escuchando a los adultos. Cuando Cotama aún era parte de la hacienda San Vicente, Maldonado pastoreaba ovejas. En las cimas de las lomas ensayaba las notas rítmicas que interpretaban sus abuelos y que se le grababa en la mente. Él está feliz porque sus cuatro hijos han heredado esta pasión sonora.
Quizás el más entusiasta es Édison Maldonado, quien se desempeña como director de la academia de Hatun Kotama y que cuenta con 15 estudiantes. Él alterna su tiempo entre la música y los estudios de ingeniería en sistemas en la Universidad Técnica del Norte.
Aprender las notas musicales, que se realiza solamente de manera oral (como se ha venido transmitiendo el conocimiento desde tiempo milenarios), es una parte de la capacitación. La otra es la elaboración de las flautas traversas.
Mariano Quinchuquí, uno de los últimos constructores, recomienda recolectar los bejucos que crecen en las orillas de los ríos en el valle del Chota. En ese clima cálido se considera que están las mejores. El proceso continúa con el corte de las cañas huecas.
Segundo Tulcanazo, alumno de la academia, explica que la flauta traversa debe tener siete orificios. El de mayor diámetro es para el viento que se sopla por la boca. Los otros, para los dedos que abren y tapan los huecos, de acuerdo con los tonos que requiere la música.
La fama de los flauteros de Hatun Kotama ha rebasado las fronteras del Ecuador. Entre su experiencias está haber sido invitados a encuentros como el Smithsonian Foklife Festival, en Washington, Estados Unidos (2013).
Su trabajo está recogido en dos discos. El primero bautizado como ‘Yaku Mama’ (Madre Agua, en quichua) fue autofinanciando. El segundo, titulado ‘¡Así Kotama! (Sello de Cotama)’ fue financiado por la institución cultural Smithsonian, que posee un museo de arte y música folclórica .