Fernando Tinajero en el estudio que tiene en una de las habitaciones de su casa, ubicada en el norte de Quito. Allí se encuentran varios de sus ensayos y sus dos novelas. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO.
Los 100 años de la fundación del Partido Obrero Alemán, que luego se convertiría en el Partido Nazi, y la muerte del escritor israelita Amos Oz, autor de libros como ‘Contra el fanatismo’ o ‘Queridos fanáticos’ han activado, por estos días, los debates sobre los efectos de los fanatismos. En esta charla Fernando Tinajero, ensayista e intelectual ecuatoriano, suma una serie de reflexiones sobre las consecuencias de los fanatismos en el siglo XXI.
¿Cómo definiría usted al fanatismo?
Me parece que el fanatismo es una abdicación de la razón. Es una adhesión irracional a una idea religiosa o política, generalmente, que no admite concesiones, que puede cerrar los ojos ante la realidad y que es defendida con pasión. Una de las características del fanatismo es que existe una preeminencia de lo pasional sobre todo lo que es racional.
Entonces, ¿el fanatismo tiene como leitmotiv este deseo de obligar a los demás a cambiar su forma de pensar o de actuar?
La intención de influir en los demás y cambiar su manera de pensar es esencial en el fanatismo. Todos los movimientos fanáticos han tratado de imponerse a la fuerza. No de una manera racional, apelando a la convicción o a las estrategias del convencimiento del otro, sino a través de una presión para obligarle a reconocer lo que cree que es verdadero.
El escritor Amos Oz, fallecido hace unos días, decía que el fanatismo es un elemento de la naturaleza humana y que todos tenemos un gen fanático, ¿usted qué piensa al respecto?
La opinión de Amos Oz es bastante aceptable. Creo que el ser humano es menos inocente de lo que pensamos o de lo que nos gustaría imaginar.
El ser humano es agresivo y tiende a establecer jerarquías. Establecer estas jerarquías significa también imponer una manera de ver el mundo y una forma de ver las cosas. Entre compañeros, por ejemplo, la rivalidad lleva a la formación de liderazgos que, generalmente, implican la imposición hacia otros de unas determinadas formas de conducta.
¿Qué es lo que mueve a un fanático?
Lo que mueve a un fanático es la irracionalidad. Lo que no quiere decir que un fanático no sea una persona razonadora. El fanático es razonador aunque no sea racional. El fanático se niega a reflexionar críticamente sobre el mundo.
¿Busca simplificar el mundo?
El fanático renuncia a la crítica y a la complejidad de la vida para plantear una realidad en blanco y negro donde solo existe lo bueno y lo malo. El fanático siempre está del lado de lo que entiende como bueno y trata de imponerse a los que considera malos. Ahí están, por ejemplo, los extremistas musulmanes que decapitan a las personas frente a una cámara. Eso es un acto totalmente bárbaro e irracional.
Pero no solo están los extremistas musulmanes. Pienso, por ejemplo, en los inquisidores de la Iglesia Católica.
La Inquisición también fue una cosa espantosa. Los inquisidores recurrían a la tortura o a la hoguera como una forma de imponer sus creencias.
Este año se celebra el centenario de la creación del Partido Obrero Alemán, que años después se convertiría en el Partido Nazi. ¿Qué pasa cuando el fanatismo llega al poder?
Pasan cosas como la Segunda Guerra Mundial, o todo lo que sucedió en los países que se llamaron socialistas, que mediante cierta lectura del pensamiento de Marx hicieron una determinada construcción política, que terminó siendo una forma de absolutismo. Viví en uno de esos países que se llamaban socialistas y puedo dar testimonio de cómo había una persecución de las ideas. El que pensaba distinto era visto como un delincuente o un traidor. Fanatismo también es todo lo que ahora pasa en Venezuela o en Nicaragua, y tengo mucho temor de que en Brasil ocurra lo mismo.
¿Los populismos son una forma de fanatismo?
Los movimientos populistas generan fanatismos. Fuimos testigos hace poco de cómo en el país se defendía con entusiasmo y apasionamiento un régimen al que se le está empezando a descubrir toda sus verdades ocultas. Lo mismo sucedió en las épocas de Velasco Ibarra. Recuerdo cuando era muchacho y fui a Baños. En el local de un zapatero vi una imagen de la Virgen de Agua Santa con una vela y junto a ella un cartel de Velasco Ibarra con otra vela. Esa es otra forma de fanatismo, donde lo que dice el líder es la verdad y hay que creerle a pie juntillas porque él no se va a equivocar. En los regímenes democráticos sucede, a veces, que diputados de una tendencia censuran al Gobierno de la misma tendencia porque consideran que se equivocó. Eso es imposible donde existe un régimen populista, porque se cree que el líder siempre dice la verdad.
En relación con los líderes, hace 80 años la humanidad padecía a fanáticos como Hitler, Stalin o Mussolini, ¿de qué fanáticos deberíamos cuidarnos hoy?
Hoy el mundo parece que está girando hacia la derecha y no sé si van surgir en las filas de esas derechas líderes a quienes debamos temer. Preocupa mucho la situación en Turquía y también la situación en Oriente Medio, sobre todo el conflicto árabe israelí. No sé hasta qué punto hay que temer a personas como el señor Bashar Háfez al-Ásad de Siria.
¿Cuál ha sido el papel de los intelectuales frente al fanatismo? ¿Hay una deuda ahí?
Alguna vez hablé de los intelectuales y fue una equivocación referirme a ellos en forma general. Los intelectuales no somos una masa uniforme y no hay motivos para pensar que todos debemos pensar igual. Recordemos que con el desarrollo del Nacional Socialismo en Alemania una serie de intelectuales empezaron a salir del país, entre ellos todos los miembros de la Escuela de Fráncfort, pero hay otros que se quedaron, entre ellos el doctor Joseph Goebbels, que indudablemente era un intelectual.
¿Se imagina una manera para lograr que una persona deje el fanatismo?
Creo que tal vez es necesaria una conmoción para despertar a los fanáticos. Si el fanatismo está fundado en una abdicación de la razón es difícil recurrir a la razón para quitarle al fanático su fanatismo. En la historia de la humanidad el fracaso de los movimientos mesiánicos ha sucedido por una gran sacudida, como en el caso de Alemania que tuvo que vivir la destrucción total de su país. Me consta que hasta ahora los alemanes tienen una especie de complejo de culpa y han hecho mucho para borrar las huellas de ese pasado.
¿Cree que en algo ayudaría intentar ponerse en los zapatos del otro?
Más bien creo que el amor sería una forma para ese cambio porque no es racional. Quizás si el fanático se enamora de alguien que no lo es ese amor le puede hacer perder, paulatinamente, su fanatismo, aunque es posible que pase todo lo contrario.
¿En el mundo han aparecido nuevos fanatismos?
Me parece que ha sucedido lo contrario. Lo que veo en todas partes es desconcierto y la carencia de ideas. Ahora esa ausencia de ideas puede dar lugar a la aparición de fanatismos y eso es indudable. Una persona insegura se pone agresiva para defenderse y esa agresividad le lleva al fanatismo; en cambio quien está seguro de sus ideasl o que hace es argumentar para defenderlas.
¿Cuál es el fanatismo que más daño ha causado en la sociedad ecuatoriana?
Quizá el vivido durante el anterior gobierno. El daño más grave que hizo fue haber llevado a la gente a confundir el socialismo con lo que se vivía. Hoy el socialismo está completamente desprestigiado, porque se lo identifica con el anterior régimen. Ahora sabemos que eso no era socialismo sino un populismo perverso. El auge del pensamiento liberal no tiene alternativa y siempre es necesario tener un contrapunto. Jair Bolsonaro dijo, el día que tomó posesión de su cargo, que el socialismo es una de las cosas del pasado.