Un ex convicto llega a un departamento en el este de Nueva York, donde vivía su madre hasta el día de su muerte. Sin embargo, ya nada es como en el pasado, sus amigos rehúyen de él y se encuentra solo en el mundo.
En el intento de reconstruir su vida, toma un trabajo y se reencuentra con una antigua novia. Justo cuando todo empieza a recomponerse, aparecen los fantasmas… Sí, fantasmas que cargan en su presencia experiencias traumáticas de violencia doméstica.
El suspenso y la tensión crecen en el filme a través de los sonidos que misteriosamente llegan hasta los oídos del protagonista. Pero más allá de la sensación de miedo y estremecimiento que puede causar la cinta, esta esconde un mensaje sobre la violencia familiar. Un drama que incluso llega hasta el mundo de los muertos.
La convivencia dentro de la ciudad y el estado sicológico del protagonista permiten que la atmósfera del filme sea enrarecida, mientras que su ritmo se va manejando al tiempo que los secretos se van develando.
Un claro ejemplo de que la más aterradora de las historias puede hallarse en la casa del vecino, en la puerta de al lado.