Ocurre que sobre la hora hubo que buscar algún lugar donde ver el partido de Ecuador con Paraguay. Ya faltaban como 30 minutos para que comenzara el juego y lo que más a mano había -y probablemente lo más seguro- era un centro comercial. Uno de esos gigantes que tienen pantallas inmensas y lleno de restaurantes en su patio central.
Y todo estaba listo para una fiesta. Los restaurantes estaban llenos y muchos vestidos con la camiseta de la Selección. Había ganas de hablar con los que estaban ahí sobre la eliminación de Italia.
-¿Te imaginas? Otra vez Italia eliminada -decía Jorge.
Pero era solo eso, para qué seguir hablando. Era imposible. Había una banda muy buena de música de los 80, cantada por jóvenes cuyos progenitores probablemente tampoco son propiamente de los 80. Y lo hacían muy bien, solo que impedían una cosa: las conversaciones. Antes de un partido, se quiere hablar del partido, porque de eso se trata. Comer, tomar unas cervezas y hablar todo el tiempo. Eso es lo que hacen los que no juegan fútbol, los que no juegan el partido. Y luego de la banda vino la batucada: ya no solo era imposible conversar con los amigos, sino que era imposible escuchar las alineaciones: esas cosas elementales que hay que saber antes de un juego.
Así que cuando es imposible conversar, lo mejor es concentrarse en esas cervezas que ya llegaron, que estaban frías y en la pantalla gigantísima del ‘shoping’ las selecciones de Paraguay y Ecuador saltaban a la cancha..
Al fin se silenció la batucada cuando sonó el himno de Ecuador. Solo uno se puso de pie. Solamente uno.
-¿No les enseñaron a ponerse de pie con el himno? ¡Hay que respetar el himno! -decía.
Luego sonó la batucada nuevamente. Y como a la distancia se escuchaba el himno paraguayo. Aquel sujeto se mantuvo de pie, casi en posición ‘firmes’.
-Seguramente pasó por el colegio Militar -dice Alejandro.
-O quizá solamente está convencido de que es lo que hay que hacer -decía Oswaldo.
-¿Se acuerdan cómo era antes el fútbol? Cuando sonaba el himno del país visitante, todos sacaban sus pañuelos blancos en señal de respeto -recordó Jorge.
-Pero eso no pasaba en otros países -dijo Alejandro.
-Es una pena que se haya perdido -dijo el nostálgico Oswaldo-.
Estas palabras se daban a los gritos. Hasta que comenzó el juego y la lluvia en Paraguay indicaba que todo se iba a complicar. Y claro, cada vez que comienza a rodar la pelota, hay aplausos. Es raro eso de aplaudir. Es como al finalizar la función de cine. Se aplaude, pero los artistas no se dan por enterados. ¿Importa eso? No. Es solo las ganas de decir: qué buena película. Y así es cómo se vive un partido: desde antes se aplaude lo que imaginamos serán puras emociones, con la esperanza obviamente de que sean favorables.
Pero desde el comienzo se vio que no iba a ser un buen partido. Los paraguayos dominaron de entrada. La lluvia y el campo de juego conspiraban. “Y los paraguayos saben jugar en canchas difíciles”, dice Jorge, “por eso siempre juegan bien por alto”.
Y ¡paf! El primer gol llegó por un error del arquero Hernán Galíndez. Para ese momento, ya la mesa estaba consumiendo la segunda ronda de cervezas. Y ya comenzaron a agarrar los celulares. Casi en todas las mesas, la atención a la pantalla comenzó a compartirse con los teléfonos. Y mira este meme, y mira lo que dijo Lasso sobre Hervas, y se archivó la Ley de Inversiones, y ahora sí se complicó todo.
Y ¡paf! Se complicó todo con el segundo gol.
-¡Ah, no! -grita Oswaldo.
-¿Pero qué pasó? -se pregunta Alejandro.
-Nooooooo -se lamentó Jorge.
Era de esos errores que nunca se quieren ver: pase atrás de Piero Hincapié a Galíndez, que no llega a pelota y gol. Error. Error. Error. Horrible. Y en esos casos, siempre hay un culpable.
-No creo que la culpa sea de Galíndez -dice Alejandro.
-Lo dices porque eres hincha de la Católica -le responde Oswaldo- y no vas a querer que quede tan mal.
-Ya no es de la Católica -trata de defenderse Alejandro- pero es un muy mal pase de Hincapie, lo hizo sin mirar dónde estaba el arquero.
-Lo mandó al medio del área -sostiene Jorge.
-Pero tienes que mirar cuando das un pase, no lo das de memoria -insiste Alejandro.
Se acabó el primer tiempo y tal como en el estadio, había que levantarse del asiento e ir al baño. Y mejor hacerlo porque volvió la batucada que no dejaba a nadie hablar sino a los gritos.
-No podemos clasificar así con esos dos goles -dice Oswaldo.
-Acá es cuando vale decir: aunque sea el del hono -dice Alejandror.
-Ya estamos clasificados, se clasifica por todo el campeonato, no por un solo partido -afirma Jorge.
Empieza el segundo tiempo y se ve que Ecuador mejora. Tiene más la pelota. Pero tampoco hubo que esperar mucho para que, con otro error defensivo, Paraguay metiera el tercero. Y ahí sí las cosas ya no eran agradables. Ya en la suma de restaurantes el rumor de las conversaciones eran más fuertes.
-¡Qué mal partido! -dice Alejandro.
-Es lo que pasa cuando apuestas por jóvenes. Es un buen equipo que tuvo un mal día. La regularidad en el juego se gana con experiencia. Ecuador ha sido así: juega dos partidos bien y uno malo -y luego de estas palabras de un Jorge que siempre se dio de analista de fútbol, la mesa queda callada. Y van ya cuatro cervezas (de las pequeñas, por si acaso, no vayan a pensar mal tampoco).
Entonces llega el gol de Ecuador de penal cobrado por Jordi Caicedo. .
-¿Y si perdemos 3-2? -pregunta Alejandro. ¿No les parece que queda mejor?
-Sí, creo que sí -dice Oswaldo-. Como que es mejor.
La mesa mira a Jorge a la espera de qué va a decir ahora. Pero no dice nada. Sigue mirando fijamente a la pantalla; y la pelota pega en el poste. Casi el segundo gol de Ecuador.
Se termina el partido. Vuelve la batucada. “Mejor vámonos”. ¿A dónde? ¿A celebrar la clasificación al Mundial de Catar? No. Qué pereza. Quizá luego del partido con Argentina.