El actor cómico mexicano, Adal Ramores, ofreció un show en Quito con parodias de temas nacionales y virales. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
Durante dos horas y 10 minutos, el actor mexicano Adalberto Ramones arrancó sonrisas, risas y carcajadas del público quiteño que llegó ayer -3 de junio- al Ágora de la Casa de la Cultura, en Quito.
Su principal herramienta: la cotidianidad como elemento de conexión con el público. Mejor conocido como Adal, el humorista tomó escándalos e historias virales producidas en Ecuador para conectarse con el público que ocupó alrededor de tres cuartos del aforo.
Una de sus primeras frases en el escenario después de que se escuchará el tema Chica Banda, de Café Tacvba, fue: “¿Quieres probar mi poder?” y estalló la primera carcajada. Fue una alusión al caso del escándalo de una exjueza en Guayaquil.
Pero también quiso bromear con un escándalo quiteño sobre un triángulo amoroso. Usó la frase “la gran señora”, que también surtió efecto en el público.
En un breve momento de seriedad, Ramones declaró su amor a Ecuador “porque es un país valiente que salió de la tragedia del terremoto“.
Dijo que tiene amigos ecuatorianos que le contaron que el pueblo ecuatoriano se unió e hizo que la mayor parte de la ayuda que se consiguió dentro y fuera del país llegue a su destino, a pesar de los problemas políticos.
Pero la seriedad duró apenas segundos. Enseguida habló de más virtudes del Ecuador. Dijo que era un país “enorme y mágico porque hasta los muertos votaron por el Presidente”.
La broma surgió de las acusaciones de la oposición de supuestas irregularidades en el padrón electoral. Pero dijo que esas cosas también ocurren en su natal México.
Durante dos horas y 10 minutos, el actor mexicano Adalberto Ramones arrancó sonrisas, risas y carcajadas del público quiteño. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
Ramones bromeó sobre las diferencias entre los ecuatorianos, dependiendo de su ciudad de origen. Lo hizo basado en su gira en esta semana. Antes de llegar a Quito, se presentó en Guayaquil y en Cuenca. Le sorprendió la energía de los costeños versus la tranquilidad de los “serranitos“.
Mientras en Guayaquil lo invitaban de farra apenas lo veían, en Cuenca todos le hablaban del inconcluso tranvía, según el actor.
El show estuvo matizado por interacciones con el público, un fotógrafo que lo registró todo desde el escenario, el responsable de la iluminación y el sonidista, encargado de ponerle música y efectos al monólogo.
Las parejas de novios, las personas que se levantaban durante el show y unos pocos que, al parecer, se dejaron ganar por el sueño, se convirtieron en personajes de su espectáculo.
Sus viajes en primera clase para viajar a shows también tuvieron un segmento en el monólogo en donde habló sobre las clásicas actitudes de los viajeros y sus pocas habilidades en el inglés, herencia de su educación pública.
Un fragmento que despertó comentarios y recuerdos en el público fue el dedicado para hablar de las diferencias entre las relaciones que nacen del contacto por celular y redes sociales, versus aquellas que antaño partían de llamadas valientes de los chicos a las chicas por un teléfono de disco.
Ramones bromeó sobre las diferencias entre los ecuatorianos, dependiendo de su ciudad de origen. Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO
También recordó que experimentó un gran desarrollo tecnológico: que se imprimieran fotografías en 24 horas. Antes, cada disparo era valorado porque había que comprar rollos de 12, 24 y 36 fotos y la idea era hacer buenas tomas para conservar buenos recuerdos.
Su último bloque contempló bromas sobre la trama y las actuaciones de la película Titanic, en la que encontró inconsistencias. Ramones dijo que la vio con su madre.
Finalizó expresó su respeto por país y dijo que le gustó encontrarse con un Quito más hermoso y que lo calificó como increíble: una ciudad “de envidiar”.
Ramones cerrará su gira en Ecuador con un espectáculo esta noche, en el teatro Benjamín Carrión, de Loja.