Michael Stipe fue el cantante de R.E.M. Foto: Anton Corbijn, del cuadernillo original del disco
Dicen que las coincidencias no existen, pero es mucha casualidad que el grupo R.E.M. conmemore los 25 años de su disco más lúgubre y pesimista, que además fue el más exitoso de su carrera, cuando Estados Unidos está viviendo eso justamente, un eclipse con tintes de amargura y pesadumbre.
Escuchar ‘Automatic for the People’ en estos tiempos es encontrarse con una obra sorprendentemente actual, como si el cantante Michael Stipe, el baterista Bill Berry, el guitarrista Peter Buck y el multiinstrumentista Mike Mills (bajo, piano, acordeón, lo que fuera) lo hubieran compuesto en medio de la depresión que acompaña a esta era Trump.
‘Automatic for the People’ fue, en realidad, producto de una reflexión más bien íntima, una melancólica y a ratos desesperada introspección de los cuatro músicos, luego del enorme éxito que el grupo estaba disfrutando a inicios de los 90, cuando pasaron de ser una pujante banda alternativa a un referente mundial, con el peso que eso significa.
Los estudiosos del rock no se han puesto de acuerdo en si R.E.M. se montó astutamente en la ola depresiva que estaba por estallar en la música de Estados Unidos (el éxito del grunge de Nirvana y Pearl Jam estaba prácticamente a las puertas luego de la era de Ronald Reagan) o si más bien fue un precursor de la tendencia.
Este álbum fue el octavo de su carrera y se lo planteó para que fuera muy distinto a la música que solía ofrecer el cuarteto, cuyos miembros se conocieron en la universidad de Athens, allá por 1980, y pactaron dejar los estudios para ser parte del ‘college rock’.
Desde entonces, alternaron canciones y discos cálidos con fríos y apesadumbrados, pero nunca lanzaron un trabajo tan oscuro. Eso sí, labraron una sólida reputación como banda independiente.
Las letras de R.E.M. nunca fueron abiertamente claras. Incluso el nombre de la banda era poco claro: son las siglas en inglés del Movimientos Oculares Rápidos, una fase del sueño, la más profunda. Fue elegido al azar pero solo se usaron las siglas, que siempre fueron escritas con puntos. No REM.
Michael Stipe prefería que cada oyente interpretara a su gusto el sentido de las letras, algo perfectamente lógico para canciones que heredaban muchos de los temas del folk, sobre todo la muerte, la soledad y la pérdida. Y eso también era para el nombre.
El sello de la banda estaba en esos asuntos recurrentes pero sobre todo en el profuso sonido de las guitarras y sus parientes, banjos, mandolinas y hasta el dulcémele de los Apalaches, con ciertos trucos eléctricos efectistas. Y, claro, la voz de Stipe, un barítono que a veces mascullaba las letras y jugaba con su voz casi reverberante.
En unos años 80 dominados por el new pop, el hair metal y figuras como Madonna, Prince y su majestad Michael Jackson, R.E.M.
construyó una excelente reputación e incluso pudo aparecer en puestos más que decentes en los charts, como en 1987, cuando el álbum ‘Document’ llegó al décimo puesto de la Billboard.
Todo cambió de súbito cuando The Smiths, el grupo independiente más importante de esa década, el que obligó a los medios y críticos a usar la palabra ‘indie’ como un género aparte, se desarmó. Entonces, el foco apuntó a R.E.M.
El problema fue que el grupo dejó de ser ‘indie’ para pasarse a los grandes sellos, Warner en este caso. Y con el impulso de la disquera, R.E.M. se convirtió en una máquina de ventas, a pesar de que Stipe empezó a incluir temas políticos pues detestaba a Ronald Reagan.
‘Green’ alcanzó el puesto 12 en 1988, pero el estallido vino en 1991 con ‘Out of Time’, puesto número 1 con la canción Losing My Religion sonando en todo el mundo, invencible.
El estilo musical no había variado pero Michael Stipe se convirtió en un activista de varias causas sociales. En los premios de MTV abogaba abiertamente por el control de armas y el uso de energías renovables. Se hizo amigo de artistas como Kurt Cobain, el líder de Nirvana, y de Bono, el omnipresente cantante de U2.
‘Automatic for the People’ apareció en 1992 e impactó por su desasosiego general y su estilo acústico, con pianos, órganos casi mortuorios y una sección de cuerdas compuesta por John Paul Jones, el bajista de Led Zeppelin. El productor Scott Litt, que colaboró con la banda entre 1988 y 1997, se esmeró en que el conjunto fuera más importante que cada parte, aunque dos canciones fueron las más sonadas.
Una es Everybody Hurts, balada que incluye violines y órgano, y que puede verse como una canción cursi o, como lo vio la mayoría, un himno a la frustración. El video, con el grupo atrapado en el tráfico, triunfó en MTV: “A veces todo está mal, ahora es tiempo de cantar solo”.
La segunda fue ‘Man on the Moon’, una referencia al extravagante Andy Kaufman y su estilo de comedia de falsificaciones y mentiras: “Si crees que no hay nada bajo su manga, entonces nada está bien”, que puede extenderse al ambiente político de Estados Unidos.
El álbum alcanzó el número 2 en la Billboard, se convirtió en el trabajo más vendido del grupo y también en el más alabado. Esto sorprendió a la misma Warner, ya que no hubo gira de promoción y el primer sencillo, Drive, rompía con todo lo que debe tener una canción para ser comercial, pues carece de estribillo, está repleta de violines tenebrosos y la letra es muy críptica.
R.E.M. comenzó a caer lentamente desde ‘Automatic for the People’ . El baterista Berry sobrevivió a un aneurisma cerebral en 1995 y se marchó en 1997, para convertirse en granjero. La banda se mantuvo como trío y editó álbumes hasta el 2011, cuando los miembros decidieron separarse. No se vislumbra el regreso de R.E.M. en un mediano plazo, aunque el estado del mundo perfectamente puede inspirar un nuevo disco a Stipe y sus amigos.