El aislamiento social, por la emergencia sanitaria, también aumentó el número de chicos y chicas con cuadros de depresión. Se refugian en el mundo de las redes sociales. Foto: Freepik
Nueve horas al día -en promedio- es el tiempo que David le dedica a sus redes sociales. Este adolescente, de 16 años, chequea Instagram y TikTok por la mañana y noche. Lo hace en su dormitorio, con la puerta cerrada.
Un tiempo valioso que podría invertirse en juegos de mesa -por ejemplo- para compartir con la familia, afirma el doctor Alejandro Arroyo, director de la Escuela de Psicología de la Universidad Internacional del Ecuador.
Este confinamiento -precisamente- es uno de los problemas con el que lidian los padres tras la llegada del covid-19.
¿Por qué no socializan en casa? Luego de un año de aislamiento, David está aburrido y agotado. Asegura que hay días en los que se pone de mal humor sin ninguna razón. Entonces prefiere encerrarse en su habitación.
Esa apatía es una de las consecuencias del aislamiento social durante la adolescencia, período de crecimiento que oscila entre los 10 y 19 años, una etapa básica para el desarrollo de la personalidad. También para la consolidación de la identidad y de las relaciones sociales, según la Organización Mundial de la Salud.
Para evitar que este grupo poblacional experimente también episodios de estrés, Fernando Cornejo, director del Programa de Psiquiatría de la Universidad Tecnológica Equinoccial, insiste en programar actividades entre los miembros de la familia.
Para mantener el contacto con los amigos del colegio, con los tíos o con los primos se puede recurrir a plataformas como Zoom. Aquí, la creatividad juega un papel importante.
La supervisión de los padres -insisten los expertos- es fundamental para evitar incluso suicidios y síndromes como el de Hikikomori, que aqueja -sobre todo- a los adolescentes japoneses, pero que durante esta pandemia se intensificó.
Se trata de adolescentes y jóvenes que se encierran en su casa o habitación por voluntad propia, y la pandemia podría ser un pretexto para eso.
Aunque parece un asunto aislado, hay estudios que demuestran que el síndrome puede extenderse a otros países. Ya está en España, donde se le conoce con el nombre del síndrome de la puerta cerrada.
Esos chicos y chicas se refugian en realidades alternativas como los juegos en computadora, el internet, el manga (comic) y el anime (películas de animación).
Los expertos aclaran que esas personas no presentan ninguna alteración mental. Pero el aislamiento sí podría terminar en cuadros de depresión, como lo demostró un estudio realizado por Unicef, que amplificó las voces de 8 444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años en nueve países y territorios de la región.
El reporte da cuenta de los sentimientos que enfrentaron en los primeros meses de respuesta a la pandemia y la situación en el mes de septiembre del 2020. Entre los participantes, 27% reportó sentir ansiedad y 15% depresión, en los últimos siete días.
Otra forma de evitar que los adolescentes se encierren en su habitación es ‘obligarlos’ a mantener rutinas, como antes de la emergencia. Es necesario que se vistan, que se duchen, que se ejerciten y que las clases las reciban en un lugar acondicionado para dicho propósito.