Quizás sea pronto para asegurar que el enfrentamiento político entre los médicos y el Gobierno finalmente terminó.
En un inicio, el Presidente reaccionó con ‘firmeza’ ante el rechazo de los galenos, por la redacción del artículo de la mala práctica profesional en el nuevo Código Penal. De inmediato, la opinión pública se preguntó si su amenaza de importar doctores del extranjero o de renunciar si el desorden se iba por encima de la (su) razón, era el mecanismo idóneo para imponer esta visión penalista.
Pero en las últimas horas, la apertura al diálogo y el acuerdo con los galenos confirma lo delicada que podía ser esta protesta. Las consecuencias del malestar médico en la vida diaria, son palabras mayores.
Exageremos sobre la penosa realidad de que un médico se niegue a tratar a un paciente por miedo a ser procesado.
Hace un par de días, Beatriz León, una de las profesionales al frente de la lucha médica por quitarle al nuevo Código Penal esa nube castigadora, dijo en una entrevista radial que “judicializar la medicina rompe la confianza en la relación médico-paciente”.
Este mensaje, más contundente que 10 sabatinas, desentraña el componente político que está detrás de la queja gremial y que los argumentos tecnocráticos del Régimen tardaron en interpretar.
Juan Cuvi, en cambio, sí tenía algunas pistas. En julio pasado, este académico presentó una investigación donde detalla el papel que juegan el médico y el modelo de salud en las sociedades contemporáneas. El título de su trabajo ‘Curar y someter’ (Abya Yala, 2013) explica cómo el médico puede amasar un poder ideológico, cultural y simbólico mucho más robusto que cualquiera de las estructuras convencionales que rigen nuestra convivencia.
La relación entre el médico y el paciente es más íntima que la que tiene el cura con sus feligreses, el periodista con sus audiencias o el político con sus masas, por una sola razón: el dilema entre la vida y la muerte.
El paciente, como en ninguna otra relación de poder, se encuentra en una posición vulnerable. Por lo tanto, sus esperanzas de sobrevivir -recogiendo la reflexión de León en aquella entrevista radial- inspiran esa confianza, que ahora estaría amenazada con la visión punitiva del Código.
Pero no solo es confianza. El libro de Cuvi encuentra que en esta comunión asimétrica el galeno es visto con devoción. Se puede argumentar que el estudio de la medicina implica largos años de quemarse las pestañas y ese sacrificio dota al médico de un estatus social y de un papel mágico en la solución de nuestros problemas. más íntimos. Es confianza, devoción y también fe.
Pero la prestancia del médico no es producto exclusivo de sus esfuerzos personales. En Curar y Someter, la explicación de su jerarquía cultural nace, sobre todo, del modelo biomédico que, de forma extensiva, se aplica en la mayoría de países occidentales, por llamarlos así.
Es complejo entender la estructura ideológica de un modelo que, mostrándose silencioso y neutral, nos ha acompañado siempre.
El modelo biomédico nació con el avance del sistema capitalista en naciones occidentales como el Reino Unido. Se creó un sistema de salud que, a través del uso de la medicina, garantizaba la vitalidad de la división de trabajo, y del desarrollo industrial de Europa.
Es decir, el poder de los médicos surgió de un modelo que en sí mismo era un instrumento político para garantizar la supervivencia del sistema. Y el vínculo que permite ese sometimiento, en palabras del autor, es el uso de la medicina como ese (único) elemento “mágico” que no solo logra la cura y la devoción del paciente, sino el imperio farmacéutico.
Lo curioso del modelo biomédico es que resultó tan funcional que naciones comunistas como la Unión Soviética no dudaron en introducirlo. Así, sus prácticas se volvieron un asunto muy poco cuestionable para quienes han hecho análisis políticos.
El aporte de Cuvi puede resultar incómodo en estos momentos donde el prestigio del galenos, según los principales críticos del Código Penal, deberá refrendarse en un juicio para evadir la cárcel por mala práctica médica. Pero su lectura es oportuna cuando el autor, por fuera de esas páginas, se pregunta si son lo penal y la mala práctica médica los espacios ideales para reflexionar sobre nuestro sistema de salud y cómo este beneficia a la gente.
Y allí está el punto positivo que la dirigencia gremial se anota, puesto que en estas discusiones con el Gobierno, los médicos le plantearon un debate conjunto sobre el futuro Código de Salud. ¿Se perdió una valiosa oportunidad? El aporte de Curar y Someter Juan Cuvi es un nombre de fácil recordación en el país. Por un lado están sus años de insurgencia, en Alfaro Vive Carajo, sus sueños y el fracaso de su polémico proyecto. Por otro está su importante visión académica y política sobre el Ecuador de hoy. Este autor de izquierda nos presenta un estudio fascinante.