¿Debe haber más reyes?

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uan Carlos I anunció hace pocos días su decisión de abdicar de la Corona española a favor de su hijo, Felipe de Borbón, quien en las próximas semanas se convertirá en Felipe VI. La decisión ha tomado por sorpresa a muchos españoles, aun cuando en los últimos tiempos la institución monárquica se ha visto salpicada por múltiples escándalos, lo que ha minado la credibilidad y prestigio de la Corona.
La abdicación del Rey es la ocasión para hacer un balance de su reinado, pero también para cuestionarnos si en la actualidad tiene sentido mantener en España una institución considerada arcaica como la monarquía, o es conveniente que dicho país se convierta en una República. En el caso de Juan Carlos I su legitimidad radicaba, en gran parte, en el papel fundamental que desempeñó durante la ‘Transición’ española, y que ha permitido a España gozar de uno de los períodos más estables y prósperos de su historia. El futuro rey Felipe VI no contará con el aval de haber sido uno de los pilares de la democracia española, por el contrario, asumirá la Jefatura del Estado en un momento en que la monarquía cuenta con niveles muy bajos de aceptación y la situación económica y social de España es crítica. La prueba más fehaciente de aquello es que el día que el rey Juan Carlos I comunicó su decisión de abdicar a la Corona se suscitaron concentraciones en diversas ciudades de España en las que se exigía la convocatoria a un referéndum para decidir el sistema de gobierno. El caso de la monarquía española es muy particular y debe ser objeto de un análisis específico, ya que no es comparable a otras monarquías europeas. Debemos partir de la premisa de que el hecho de que España se convierta en una República no solucionaría los graves problemas por los que atraviesa el país. Existen monarquías que son ejemplos de democracia y desarrollo como las de los países escandinavos, y existen repúblicas que son ejemplo de opresión y subdesarrollo, como en Latinoamérica y África. La Constitución española que establece el sistema de monarquía constitucional parlamentaria fue aprobada en referéndum por una gran mayoría de españoles el 6 de diciembre de 1978, es decir, hace 36 años. Las constituciones de otros países europeos en los que existen sistemas monárquicos constitucionales son mucho más antiguas que la española, por lo que el manido argumento –utilizado por algunos partidos de izquierda– de que la mayoría de la sociedad española no votó la Constitución actual carece de toda lógica jurídica, toda vez que, siguiendo ese razonamiento, sería necesario que la sociedad votara cada 20 años sobre el sistema de gobierno. Revisando la historia española, las experiencias republicanas han sido un fracaso. La Primera República se caracterizó por la inestabilidad política y duró apenas un año y unos cuantos meses, mientras que la Segunda República fue una etapa de la historia española que terminó con la cruenta Guerra Civil que prácticamente destruyó España y la posterior dictadura de Franco. Santiago González, un destacado periodista español, lo explicaba así: “Unas lecturas sobre las dos experiencias republicanas que ha tenido España serían capaces de desalentar a cualquier republicano racional”. Lo anterior no quiere decir que una Tercera República estaría avocada al fracaso; no obstante puede servir para entender por qué en la Constitución de 1978 se prefirió incorporar un sistema de monarquía constitucional parlamentaria similar al que tienen otros países europeos . Muchos alegan que en la actualidad los derechos de sangre no pueden dar lugar a ocupar cargos públicos y por ello cualquier democracia debería tener como sistema de gobierno una República. Y no están equivocados; el motivo por el que el príncipe Felipe será Jefe de Estado de España es por ser el único hijo varón del rey Juan Carlos I y no por haber sido designado por la mayoría de los españoles, como cabría esperar en democracia. Cabe anotar, sin embargo, que el príncipe Felipe se ha preparado desde su niñez para ser Jefe de Estado, y todos coinciden en que es el Rey más preparado que España haya tenido. Si bien es cierto que la Corona española pasa por su peor momento y se encuentra mal valorada entre los ciudadanos, no es menos cierto que los partidos políticos españoles –que son quienes pondrían a los candidatos a Presidente de una eventual República– se encuentran todavía peor valorados que la Corona. En un sistema parlamentario como el español, el Jefe del Estado está llamado a ser el símbolo de unidad de la nación y árbitro moderador del funcionamiento de las instituciones. Es muy difícil pensar que en un país como España -en el que existe una fuerte polarización política- personajes como José María Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero, por citar ejemplos, podrían convertirse en símbolos de unidad para los ciudadanos y árbitros imparciales. Otro de los argumentos que utilizan los republicanos para deslegitimar el sistema monárquico es el alto costo que supone la institución. En primer lugar, la monarquía española es la que menos dinero recibe del Presupuesto de todas las monarquías europeas –9 millones de euros anuales aproximadamente- pero no solo eso, sino que, adicionalmente, recibe menos que lo que reciben la Presidencia de la República italiana o francesa, por poner un ejemplo. La relación costo-beneficio de la monarquía se puede medir tomando en consideración que los oficios del rey de España en los países del Magreb, de Oriente Próximo y de Hispanoamérica generan múltiples inversiones en España. La reciente gira del Rey por el Golfo Pérsico terminó con anuncios de inversiones millonarias en España. Todo lo anterior no implica que la monarquía española sea un modelo a imitar. Por el contrario, debe modernizarse mucho para adaptarse a los nuevos tiempos. En particular, es urgente que se acabe con la primacía del varón sobre la mujer para acceder al trono, ya que se trata de una discriminación por razón de sexo que no es admitida en ningún país moderno. Pero sobre todo es necesario que la institución se transparente y haga público en qué invierte todo el dinero que recibe, no solo del Presupuesto del Estado sino de empresas privadas y gobiernos. Adicionalmente, es necesario acabar con la norma que establece que los actos del Rey no están sujetos a responsabilidad; los miembros de la Corona deben estar sujetos al control judicial al igual que el resto de los españoles respetando el principio de igualdad ante la ley. Esa será la única forma de que la monarquía española recupere la confianza, que es la fuente de su legitimidad. Creo
que la República es el mejor sistema de gobierno para cualquier país en la actualidad, sin embargo atendiendo a las especiales características de España, la monarquía, siempre que adopte pasos decididos para su transparencia y modernización, puede continuar siendo símbolo de unidad de la nación española.
*Abogado hispano-ecuatoriano que escribe sobre derecho y política.