La danza autóctona se mostró en Ozogoche

Varias agrupaciones ecuatorianas formaron parte de la edición 2014 del festival; sus representaciones incluyeron danzas típicas del país. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.

Varias agrupaciones ecuatorianas formaron parte de la edición 2014 del festival; sus representaciones incluyeron danzas típicas del país. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.

Varias agrupaciones ecuatorianas formaron parte de la edición 2014 del festival; sus representaciones incluyeron danzas típicas del país. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO.

El frío no fue impedimento para que cientos de bailarines muestren su arte. El Festival de Culturas Vivas Tributo a las aves Cuvivíes Ozogoche 2014, desarrollado en la comunidad y la laguna de Ozogoche, en Chimborazo, reunió a danzantes del país y del extranjero en un encuentro intercultural que se realiza anualmente.

El Ballet Nacional del Ecuador presentó cinco coreografías; todas relacionadas con las tradiciones indígenas del Ecuador. Para el bailarín Carlos Trejo, las emociones se remueven y adoptan la forma de palabras. “Si las palabras no bastan, hablamos en suspiros. Si los suspiros no bastan, las cantamos. Si el canto no basta, inconscientemente bailan nuestras manos y marcan el compás nuestros pies”, dice.

La explanada de la laguna, considerada como sagrada, fue el escenario para el baile. El grupo de Julián Tucumbi, uno de los referentes de la danza autóctona, abrió el espacio de los invitados nacionales.

El artista de Cotopaxi interpreta 22 instrumentos, tanto de viento como de percusión. Toca, por ejemplo, el rondador del cóndor, hecho con plumas de esta ave. Diminuto y frágil, el instrumento en sus manos despide un sonido no cifrado como el viento en alturas imposibles. Otros ejemplos son: la caja, el pífano, la dulzaina; entre otros.

La rutina del grupo, integrado por 25 personas y todos de la misma familia, tras saltar al escenario es saludar a los asistentes en quichua y tocar albazos y san juanitos. Después bailan en pareja diferentes ritmos andinos. La presentación final incluye al danzante de Pujilí, la tierra de Tucumbi.

Tucumbi, indígena de 75 años, recuerda que en sus viajes alrededor del mundo constató que la música ecuatoriana es recibida con amor y admiración. “Eso nos falta aquí a nosotros, amar los albazos, el pingullo, así como el melloco, las habas, los ponchos y todo lo que nos representa”, comenta.

Tungurahua estuvo representada con la presencia de la escuela de artes Salasaka. La agrupación nació de la inspiración de los niños y jóvenes indígenas que el Municipio del cantón reunió para crear espacios de participación y aprendizaje ancestral. Este proyecto cultural fomenta la actividad y creatividad culturales.

De acuerdo con Salomón López, experto en danzas ancestrales y presente en Ozogoche, la danza salasaca tiene un estilo propio, distinto de los demás pueblos kichwas. “La diferencia se refleja por el baile con la punta de los pies. A través de este arte se cuentan historias practicadas por el pueblo”, comenta.

Añade que el lenguaje de la danza alternativa y contemporánea se caracteriza por las manifestaciones de la identidad basadas en la música y la danza: “Cada uno de los representantes de estos pueblos en sus expresiones dancísticas exteriorizan la vivencia real de su forma cultural”.

Los Chasquis, el grupo que fue por Chimborazo, puso en escena una combinación de las danzas de Imbabura y Cayambe. La composición incluyó al Diablo Huma que representa la energía y el liderazgo durante la festividad. La máscara de dos frentes indica el respeto sin dar la espalda a la deidad: el Sol. Su característica musical es que toca instrumentos de viento como los churos y las flautas.

Por la Amazonía estuvo Chuwitayu, un grupo shuar de Pastaza. Los danzantes utilizaron trajes típicos elaborados por las mujeres kichwas; sus rostros estaban pintados con wituk y achiote. Para López, su baile, movimiento, compás, coreografía, vestimenta, muestran lo valioso de esta cultura.

“Los jóvenes integrantes del grupo se esmeran en demostrar que la cultura es la identidad, tradición, parte del conocimiento que ha permitido con mucha sapiencia la conservación de la naturaleza”.

De los grupos internacionales, los primeros en salir fueron los delegados de México. La danza azteca se caracterizó por los penachos de plumas y el ritmo de los mariachis. Fabián Cruz, director del grupo de danza de la Embajada de México, explica que sus 25 bailarines desarrollan bailes tradicionales. Su presentación se centró en un ritual azteca en el que saludan a la tierra y a los cuatro puntos cardinales.

Las lentejuelas de los trajes de la delegación de Bolivia brillaron también al pie de la laguna. Bajo el ritmo del cholero presentaron dos coreografías. Luego participó el grupo de Perú que presentó el tradicional ritual del tinku.

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