Hace tres meses una tragedia (en el mundo de los melómanos) ocurrió en el Palacio Real de Madrid. Un violonchelo Stradivarius del siglo XVII resultó afectado en una sesión fotográfica. La única solución es reconstruir su clavijero (la parte más afectada), algo que devalúa su costo (calculado en unos 29 millones de dólares).
Cruzando el Atlántico, en Ecuador también existen piezas de este calibre que forman parte de colecciones privadas o que están exhibidas en museos. La mayoría de ellas data del siglo XIX y la componen pianos, pianofortes, violines y cítaras. Existen otras piezas más antiguas, concretamente los órganos de conventos y catedrales. Pero aunque son considerados reliquias musicales, su estado, en algunos casos, es deplorable.
Una de esas piezas históricas que han caído en desuso es el órgano de la vieja catedral de Cuenca. Aunque se han trabajado sus piezas con pan de oro, los tubos -por los que pasa el sonido- se encuentran en mal estado. Su reparación y puesta en funcionamiento se calcula, según explican los guías del lugar, que costará USD 2 millones.
[[OBJECT]]Pero la falta de cuidado de esta pieza no se replica en dos lugares que este Diario visitó en Ambato. Se trata de los pianos de la Quinta Atocha, que perteneció a Juan León Mera, y de la residencia de Luis A. Martínez.
[[OBJECT]]Tanto el primer lugar, que cuenta con un piano de marca Londine de 1862, como en la residencia de Martínez, que tiene un Pleyel del siglo XIX, se ha tratado de preservar el patrimonio musical. Los dos instrumentos pueden ser tocados pues están en perfecto estado.
En Guayaquil la situación es parecida a lo que ocurre en la catedral de Cuenca. Específicamente en el colegio Rita Lecumberri. Allí, un piano Ed Seiler ha perdido su brillo a tal punto que sus tradicionales teclas blancas tienen hoy un tono amarillento.
[[OBJECT]]Quito también es otro espacio en el que se han descuidado algunos instrumentos. Por ejemplo, en el Museo Manuela Sáenz existe una cítara que, aunque aún suena, lo hace con un encanto marchito; una reliquia que, como otras en el país, aún se resiste a morir detrás de una vitrina de museo.
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