El escritor quiteño Santiago Páez recordó su infancia y habló sobre la ciudad en Ecuadoradio
¿Cómo fue su infancia? ¿Vislumbró que iba a ser posteriormente escritor?
Si pienso en la infancia pienso en un mal momento. Las infancias que a la gente le gusta recordar son infancias felices. No sé si son felices; son momentos terribles en instantes y lo mío fue más que instantes. Siempre sentí una inadaptación con el mundo, se me hacían muy difíciles las relaciones con las personas en la escuela y fue peor en el colegio. El hecho es que siempre tuve la posibilidad de leer como el gran portón que me permitía entrar al mundo de verdad, no ese mundo insatisfactorio de la niñez. A partir de ahí comencé a inclinarme por la literatura.
¿Entonces la memoria no funciona del mismo modo en todas las personas?
Hay una novela de ciencia ficción de Ursula Le Guin en la que habla de un planeta en el que hay dos pueblos: el uno solo recuerda lo bueno y el otro solo lo malo. La memoria nos salva de esos extremos; es selectiva y es una trampa también. Recordamos lo que queremos recordar.
¿La memoria nos da una versión de la realidad?
Una realidad interesada. La memoria es perversa. Nos hace recordar maravillas de una persona que nos trató mal, pero amamos; o la crueldad de personas que fueron quizá menos crueles de lo que recordamos.
¿Amplificamos la realidad?
No solo amplificamos, en ocasiones simplemente inventamos.
¿O sea que la memoria construye una novela?
Es cierto. Vivimos nuestra propia novela, no lo que pasó, sino aproximaciones a lo que nos sucedió y muchas veces inventamos lo que suponemos que ha sido nuestra vida.
Su visión de Quito…
Es una ciudad que amo mucho (…) sin esa idea idílica del Quito franciscano. Es una ciudad cruel, perversa y llena de maldad. El centro de Quito es parte de eso.
¿Es solamente eso?
Pensar lo otro es edulcorar algo que sabemos que no es así. Los atisbos de bondad que encontramos en el mundo son por la naturaleza de la vida. (Escúchela completa en www.ecuadoradio.ec)