La campanilla con mango de madera del sacerdote salesiano Carlos Crespi sonó todos los sábados y domingos durante 50 años. Su tintineo era la señal que convocaba a los niños cuencanos a mirar películas.
Uno de los asistentes era el escritor y poeta Jorge Dávila Vásquez, quien recuerda que durante su niñez y adolescencia asistía a la parroquia María Auxiliadora, en el Centro de Cuenca, para observar las proyecciones.
El sacerdote italiano llegó a Ecuador el 24 de abril de 1923 para adentrarse en la Amazonía como misionero. En su equipaje llevaba una cámara de video. Dos años después presentó en Cuenca un documental sobre los shuar.
Su legado es recordado en estos días por los 32 años de su muerte. Desde la semana pasada, los salesianos y los directivos de los museos de las Conceptas, Pumapungo y del Complejo de Todos Santos realizan la muestra ‘Reencuentro con el Apóstol de los Pobres’. El homenaje también comprende una serie de conferencias.
Entre risas, Dávila Vásquez recuerda que Crespi se paraba frente a la pantalla para que los asistentes no viesen las escenas donde había un beso o decía que era un beso de hermanitos.
Pese a que en la década de los 50 ya había salas de cine en la ciudad, Dávila Vásquez cree que fue el padre Crespi quien logró que el cuencano se interesara realmente por este arte.
Además, aprovechaba sus contactos en Italia para traer cintas de Charles Chaplin, Tarzán, Tres Chiflados, Popeye, La Pasión de Cristo, entre otros.
En una suerte de pergaminos, que se exhiben en el Museo de las Conceptas, se registra que el sacerdote trajo desde Italia un par de brújulas, un teodolito, herramientas de agricultura y una cámara de cine.
Con ese último equipo Crespi realizó el documental ‘Los invencibles shuaras en el alto Amazonas’. El colaborador salesiano Luis Álvarez dice que este filme se proyectó en Roma, en Turín y en Ecuador.
Álvarez es uno de los encargados del museo en honor al padre Crespi, que se abrió el año pasado en la U. Politécnica Salesiana. Allí reposan trompetas, clarinetes, tambores y otros instrumentos que fueron parte de la banda de guerra que el italiano fundó en Cuenca.
Crespi también era uno de los mejores pianistas y músicos de la ciudad, dice Álvarez. Él compuso los himnos a María Auxiliadora, a la Virgen Dolorosa, entre otros, y sus partituras están en ese museo salesiano.
Allí también reposan sus cámaras y proyectores. El director de cine Carlos Pérez Agustí, quien llegó a Cuenca en 1966, recuerda que solía hablar de cine con el sacerdote. “Su afán era que los jóvenes se eduquen y se acerquen a la cultura”.
Además del legado que dejó en el cine, Crespi tuvo sus capítulos con la arqueología.
La directora del Museo de las Conceptas, Clara Jaramillo, cree que es un acierto que se rememoren los filmes porque ella también asistía a verlos en su infancia. “El sonido especial de la campanilla era importante, porque con esta ponía en orden a los niños”.
Esa campanilla está expuesta en el Museo de las Conceptas. Al igual que su vetusta sotana negra y una serie de imágenes suyas en blanco y negro, que traen de vuelta su peculiar figura de Quijote cultural.
Carlos Crespi Crosi
Nació en Legnano (Italia) el 29 de marzo de 1891. Murió en Cuenca el 30 de abril de 1982. Se le atribuye el descubrimiento de tesoros arqueológicos en la Cueva de los Tayos. Fue un hombre con muchos intereses.
Hablaba italiano, francés, español, shuar y latín. En Azuay fundó los colegios Agronómico, Cornelio Merchán, Normal Orientalista.
Luis Gerardo Cabrera, Arzobispo de Cuenca
“La cultura no se puede separar de la espiritualidad. Él (Crespi) difundió el cine e hizo conocer la Palabra de Dios”.