El personaje principal de la novela, Pedro Máximo, es un campesino de pocas palabras. En su infancia, su padre le pegaba con un palo largo que tenía un clavo en la punta. Su madre, angustiada por la pobreza familiar, lo regaló a unos hacendados para que se gane la vida como peón.
En su juventud, huyó de la hacienda y se inscribió en el Ejército. En una de las jornadas militares, accidentalmente, se voló un dedo. Obligado por su discapacidad, se marchó a Guayaquil con una indemnización mezquina.
Se casó con Estela y tuvo una hija a la que llamo Piedad.
“Pedro Máximo es la historia de mi padre. Yo vendría a ser Piedad”, confiesa, sin titubear un segundo, Marcela Noriega, autora de la novela ‘Pedro Máximo y el círculo de tiza’ que esta noche, a las 19:30, se presenta en el Café Galería Barricaña, ubicado en el centro de Guayaquil.
Piedad, en la obra, es descrita como una mujer reprimida por su celoso y sobreprotector padre.
“Yo hasta los 18 años no tenía amigos. Mi padre (que también se llamó Pedro Máximo) hizo en la casa una muralla de tres metros con vidrios en las puntas para espantar a mis pretendientes”, retrocede el casete de su adolescencia Noriega (33), ahora cronista en las revistas SoHo y Mundo Diners.
Noriega tejió esta, su primera novela, con “retazos de varios hechos reales y algo de ficción”. En el 2011 ganó una beca de residencia de escritores en España. Y en Europa escribió esta obra que se desarrolla en Ecuador. Específicamente, en pueblos campesinos de Los Ríos y en la ciudad de Guayaquil.
“La distancia ayuda un montón para escribir una novela que tiene mucho de mi país”, reflexiona Noriega, que concluyó su historia en seis meses.
José Luis Navarro, escritor español de 70 años, fue su editor.
Navegando en la Red, Navarro se topó con el blog de Noriega. Se quedó fascinado. En el prólogo de la novela, los signos de exclamación que emplea para contar la anécdota, suenan a gritos alegres: “¡Qué hermosos cuentos y qué fluidez de escritura, qué soberbia manera de narrar con originalidad los temas tratados, delicados, idílicos, agrestes, silvestres , eróticos (…)”.
Se pusieron en contacto. Primero vía e-mail y luego, cara a cara, en España. Finalmente, el libro fue impreso por el sello español ‘Geep Ediciones’.
Escribir esta novela representaba para Noriega “una deuda”. Su padre falleció en el 2000, cuando ella tenía 22 años. Ese hecho la marcó.
“ Yo soy periodista, pero nunca pude entrevistar a mi padre. Era muy callado. Una vez lo vi llorando en el sofá y averigüé algo de su infancia. Pegaba gritos cuando dormía. Era un ser atacado por las pesadillas”.
“El círculo de tiza” simboliza los miedos que transmiten los padres a los hijos, pero posibles de romper, como una frágil tiza. Noriega, luego de la muerte de su padre, viajó a la Argentina. Al Ecuador regresó liberada de las cadenas que le había impuesto su padre, dice haberse encontrado a sí misma.