La energía contagiosa se pudo sentir desde el primer instante. Cuando la batuta de Juan Carlos Rivas se elevó, toda la fuerza de la llamada ‘reina de las zarzuelas’, Luisa Fernanda, iluminó el Teatro Sucre.
Luisa Fernanda es una pieza del canto lírico que se presta para el disfrute y el divertimento. Con un argumento muy parecido al de las telenovelas actuales (aunque data de los años 30), bastante dulzón, logra enganchar, más que por la trama por la gracia con que el triángulo amoroso es interpretado.
A la puesta en escena impecable, a cargo de Rivas y de Chía Patiño, directora escénica de la obra, se sumó el dominio escénico del elenco; en especial del barítono malagueño Javier Torres (Vidal Hernando en la obra), quien logró los aplausos más intensos del público, por su emotiva interpretación del amante no correspondido.
La actuación y la voz de la soprano María Isabel Albuja (como la duquesa Carolina) volvieron a agradecerse, como ya pasó cuando interpretó a Manuela y Bolívar (la ópera de Diego Luzuriaga); igual mente, la de Marlon Valverde, en su papel de Javier Moreno, pues la claridad y fuerza de su voz aportó en el disfrute de la obra. No siempre sucedió lo mismo con María Fernanda Argoti, Luisa Fernanda, cuya voz tendía a perderse bajo la música; al menos para el público ubicado en los palcos.
Uno de los momentos más bellos, sin duda, fue cuando en el segundo acto, el coro interpretó ‘A San Antonio, como es un santo casamentero’, más conocida como ‘Mazurca de las sombrillas’. El deleite no fue solo para el oído, sino para la vista, pues la escenografía y el vestuario acompañaron perfectamente a la alegre tonada, que forma parte de esta comedia lírica en tres actos, con música de Federico Moreno Torroba y libreto de Federico Romero y de Guillermo Fernández-Shaw (todos españoles).
En el programa de mano se extrañó información relacionada a los tres actos, que hubiesen guiado mejor al público.