Aunque las formas de trabajar son distintas en la revista venezolana El Librero, la colombiana Arcadia y la publicación Granta en Español, a sus editores los une la percepción de que la crítica literaria es indispensable para hacer crecer el universo de lectores.
El conversatorio sobre la función que cumplen los medios de comunicación especializados en comentar publicaciones de habla hispana se realizó en la última jornada de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2012, que fue visitada por 415 000 personas, en los 14 días que duró.
Marianne Ponsford, editora de la revista colombiana Arcadia, del grupo Publicaciones Semana, opina que en los países latinoamericanos no existe una tradición que aliente la crítica negativa. Por lo general -señaló- el mundo literario se maneja como un gueto, en el que unos amigos se ocupan de comentar los libros que escriben otros del grupo, y el halago se convierte en un favor obligatorio.
“Eso hace daño a nuestros oficios, porque además de que no hay un clima propicio para la lectura, la ausencia de crítica contundente espanta a los públicos potenciales”, dijo.
“Es muy grave que la crítica se convierta en un oficio en extinción, a pesar de que la era digital ha democratizado los espacios para que cada quien se adueñe de ellos y les saque provecho. Lamentablemente, los blogs y las sesiones de participación del lector se han convertido, escasamente, en lugares para insultos”, dice Sergio Dahbar, editor de la revista venezolana El Librero.
Dahbar admite que las publicaciones especializadas en crítica literaria también han recomendado productos malos, pero que, asimismo, hacen un esfuerzo genuino por seleccionar lo mejor entre la variedad de títulos que salen al mercado.
El objetivo, añade, es siempre proteger a quien consulta y defender la credibilidad del crítico. “Cada quien decide si los libros logran algo que a uno le interesa, pero existen estándares mínimos”, indica.
Aurelio Major, editor de la revista Granta en Español, cree que las recomendaciones que el novato recibe determinan la fidelidad con un género o un autor. Por eso, considera necesario cumplir con una regla de oro: “Ser generoso con los escritores jóvenes, exigente con los adultos e indulgente con los mayores”.