En Ileana Viteri, todo es estético. Criada en un ambiente de arte, estudió filosofía, arquitectura, pedagogía, y, obviamente, arte. Ya sea como administradora de Viteri, Centro de Arte, de su padre, el gran pintor Oswaldo Viteri, como dueña de su propia galería o como profesora, ha sido una persona importante para la divulgación de las artes visuales en el país.
Hace años, había una materia en algunos colegios que se llamaba ‘Apreciación del arte’…
En mi colegio (Alemán), no. Teníamos clases de arte y música, que eran maravillosas. Me habría encantado que me dieran una clase de apreciación del arte. Habría sido una materia fundamental y me habría dado muy temprano otro tipo de herramientas más allá de la experiencia cercana que tenía por mi padre. Creo que para todo el mundo despertar tempranamente a la apreciación de las artes es fundamental; mientras más temprano lo hagas, mejor. En nuestro medio, unos de los problemas graves es la falta de exposición al arte, sobre todo en las últimas generaciones, por la ausencia de museos y la estigmatización de la cultura como un fenómeno elitista, lo cual es la cosa más absurda y contraproducente si quieres construir educación y cultura.
¿Será porque la educación prioriza la ciencia exacta?
Uno de los problemas que hemos tenido como civilización occidental ha sido el efecto de los ideales de progreso asociados a la Ilustración. Me refiero al hecho de que el conocimiento válido es el científico y que todo lo demás es una especie ornamento innecesario.
Su vida pública comienza con Viteri centro de Arte, que era de su padre y hermana.
Me lo delegaron porque mi hermana tenía otras prioridades y mi padre jamás hubiera podido administrar eso.
¿Por qué?
Porque no era un administrador sino un creador. Absolutamente irracional en ciertos aspectos. Venía y decía esto se hace así y no contemplaba ninguna otra posibilidad. No hubiera funcionado. Necesitaba apoyo.
¿Qué tal fue llevar una vida bajo la sombra de Oswaldo Viteri?
Puedes vivir bajo la sombra pero también bajo la luz. Estos personajes tienen luz y por eso las sombras. Fue fantástico mi proceso de crecimiento en el mundo del arte con ese personaje que tenía una curiosidad extraordinaria por todo. No puedo concebir algo mejor. El entorno de la música, la conversación, el olor del óleo no tienen nombre: son pura luz; y eso te produce una sombra hasta cierto punto, en donde tienes susto, me imagino, de llamarte Ileana Viteri, sobre todo Viteri. La gente piensa que porque eres hija de alguien conocido las puertas se te abren, pero muchas veces se te cierran, y de una manera absurda. Y otra cosa más: el hecho de que siempre tuve presente qué va a opinar mi padre.
¿Y por eso decidió abrir su propia galería de arte?
Para mí era una necesidad imperiosa recuperar el arte como experiencia para una ciudad que lo había perdido durante siete años, además del propósito de construir un público. También quise expandir la noción de los que es el arte, no solamente pintura o escultura, sino incorporar otras expresiones. Había que hacerlo poco a poco en la medida en que significaba un desafío para un público que no había estado expuesto al arte en mucho tiempo y que, por otro lado, tenía un perfil bastante conservador.
¿Cuál fue la crisis de las galerías?
La dolarización fue el golpe de gracia, pero comenzó con el arte como el recurso más idóneo, rápido y fácil de lavar dinero. En eso entraron muchas entidades que compraban, en serio, cuadros por camiones. Y no solo lavaban dinero, sino que tenían beneficios de carácter fiscal. Hubo gente que hizo mucho dinero y los precios eran completamente inflados; no tenían que ver con la realidad del arte y sobre todo con la realidad de la obra. Con la caída de los bancos, muchas de esas piezas acumuladas salieron a la venta y se encontraron con la realidad: por lo que valía USD 300 habían pagado 3 000 y hasta más. Y todo eso significó un descrédito para el mercado del arte y también fue un perjuicio para mucha gente que se dejó llevar por esa ola. Todo esto, además del efecto mismo del bloqueo bancario y la dolarización, terminó por acabar con las galerías, que cerraron masivamente en el 2000. Quizá nunca me imaginé cuán difícil era el reto de recuperar la confianza, porque una cosa es recobrar una asistencia, pero la confianza era difícil y para mí era algo fundamental.
¿Qué quiere decir esto de recuperar la confianza?
Para esas personas que invirtieron en el arte y luego se vieron engañados con la realidad del mercado, la pregunta era: ¿para qué comprar o invertir en arte otra vez? Es como cuando te peleas con algún amigo por cuestiones ideológicas o personales: retomar la relación puede tomar un tiempo; pero cuando se rompe una relación por desconfianza, es muy difícil recuperarla. Yo lo sabía, pero nunca imaginé lo difícil que era gestionarlo desde esa experiencia previa. Las personas que, antes de la debacle, podían comprar con facilidad una obra en USD 10 000, no regresarían a una galería. En mi tiempo, en los primeros años sobre todo, si lograba vender una obra en USD 3000 o 4 000, era un verdadero milagro..
¿Le molestaba los que iban a la inauguración solo por el cóctel?
No tenía ningún problema. La inauguración es un ritual importante porque sé lo que significaba para mi padre como artista. Nunca voy a olvidar cuando, en los años 70, regresó con el rostro acongojado de la apertura de la exposición de un artista indígena. Él fue el único que asistió y me dijo que no tenía idea el dolor que fue para ese artista. Yo era una niña y lo recuerdo vivamente y se me llenan los ojos de lágrimas con solo pensarlo. Entendí lo que era para mi padre abrir una exposición, ese sentir que te desnudas ante un público. Para a mí ese ritual tiene que ver con el inicio de algo y la celebración de una experiencia.
Trayectoria
En el 2007, abrió Ileana Viteri Galería de Arte para llenar un vacío de galerías en Quito y que cerró en el 2018. Estudió arquitectura, filosofía, arte y pedagogía y fue docente en colegios y universidades. Administró el Viteri Centro de Arte, de su padre, Oswaldo.