Las palabras que grabó la narradora Ángela Arboleda para la contestadora automática de su celular van al grano: “Hola, seguro estoy metida en el cuento. Déjame tu mensaje”.
Todo comenzó en el 2002, cuando tomó talleres con el manabita Raymundo Zambrano, considerado el pionero de la narración oral escénica en Ecuador.
“Hasta entonces, yo no sabía que la narración oral era una profesión. Quedé encantada”, recuerda Arboleda (de 43 años).
Luego del taller, la tenía más clara. Buscó un trabajo en la desaparecida cafetería Antología, Café y Libros. En ese sitio, todas las noches de los miércoles, leyó cuentos a los que les añadía su dosis de interpretación histriónica.
El propietario ganaba todo el dinero del consumo. A Arboleda, luego de su interpretación, le permitía darles un sobre cerrado a cada uno de los atónitos clientes.
“En ese sobre ponían el dinero. Mal no me fue”, ríe Arboleda.
La respuesta del aún novel público oral fue buena. Cuatro meses estuvo en ese sitio hasta que decidió pensar en grande.
Y así surgió‘Un Cerro de Cuentos’, que desde el 2004, año tras año y en diferentes sedes, organiza en la ciudad de Guayaquil.
Se trata de un festival con narradores invitados de diferentes partes del país y del mundo.
Cada año, Arboleda viaja a poblaciones costeñas para hallar historias . Su oído, siempre alerta, ha escuchado cuentos de refundidos pueblos de Esmeraldas, Manabí, Santa Elena y Los Ríos.
Convive varios días con afroecuatorianos, montubios o cholos (según el sitio) y lanza la pregunta mágica: “¿Qué cuentos saben?”.
Luego los recrea en las ediciones de ‘Un cerro de Cuentos’, que incluyen una puesta en escena.
También invita a uno que otro oriundo para que se encargue de leer los cuentos que sabe.
Este año, la novena edición de Cerro de cuentos, que se realizará en agosto, estará basada en las historias halladas en el cantón Samborondón (Guayas). El MAAC Cine, el Teatro Sánchez Aguilar y el Cerro Santa Ana serán las sedes del festival.
Arboleda dice que seguirá tocando puertas de lugares refundidos con el mismo fin: lanzar la pregunta de siempre y hallar respuestas que copen su disco duro repleto de tantas historias ajenas.