La Toyota blanca alquilada avanzaba por la Colón en sentido occidente-oriente. En su cajón estaban acomodados cuadros de diferente tamaño y, delante de ellos, estaba su autor: Luigi Stornaiolo (Quito,1956). El mediodía del pasado martes hubo tráfico y tardanza en el trayecto que el pintor hizo hacia el Ministerio de Cultura, donde desde ayer se expone su obra más reciente.
El vehículo se detuvo frente a la puerta del ministerio. El artista con su hija Silvia y algún comedido transeúnte descargaron las obras y las llevaron hasta la sala Juan Villafuerte. Una escalera en el centro del salón evidenciaba la labor en curso: el montaje de la muestra ‘Se fregó la fiesta’.
Arrimadas a las paredes estaban otras obras y reproducciones, imágenes de colores primarios, contrastados con personajes de extremidades largas, de rostros esperpénticos, de trazos fugaces, desnudos, sombras, noches, proyecciones. Luigi destinaba el lugar donde se colgarían. En los demás había prisa, en el artista no.
Silvia, de 30 años, con el cabello castaño y la mirada incisiva de su padre, desenrolló una reproducción. Los mismos personajes nacidos del brochazo del pintor, pero diferentes, en 3D. “Funciona. Gracias, Silvita”, susurró Luigi, quitándose las gafas bicolores.
Después de pintar durante 30 años, hace seis meses dejó de hacerlo. “Por eso -dijo Silvia- hicimos la muestra, para motivar a mi papá, que ya no estaba pintando”.
A las reproducciones en 3D se suman gigantografías; unas figuras humanas, los ‘dummies’ (muñecos); una animación del cuadro ‘Caracteres de miseria en el V piso’; y pocos cuadros recientes.
“Cada vez se pinta menos y mientras menos se pinta, uno menos la caga. Ahorita llegas a saber que los mejores cuadros son los que nunca has pintado”, dijo el autor que ya lleva cinco años zurdo, pintando con la siniestra.
La esclerosis avanzó y paralizó el lado derecho de su cuerpo. “Esa condición cabrea, más que nada por la pierna… uno se puede caer…”, soltó irónico. Curioso con los ojos y lúdico con la lengua siguió: “Ya estoy sano, pero igual… me han recomendado la muerte, porque dicen que el que no muere joven, merece morir”.
Así habla Stornaiolo, el lector del pensador rumano contracorriente Cioran y el espectador de la Edad de Oro del cine mexicano. Así habla, con esa palabra “enfermedad del pensamiento” que el autor Andrés Villalba, esposo de Silvia, escribió en su reciente libro, ‘Luigi Stornaiolo. El arte de la digresión’. Acertado el título para una charla con el pintor.
Los cuadros se distribuían en el salón; entre tablas, papeles, cartones, estaban reproducciones de sus ‘Cinco sentidos’, de ‘ Striptease’ y unos cuantos acrílicos… En una imagen el rostro del Luigi en el cuerpo de un boxeador, en medio de un cuadrilátero de colores.
También estaba por colgarse la reproducción de un cuadro que pintó en Australia; es la fotografía de una obra que en el original tiene mayores dimensiones: “la TV nos ha probado que todo es reeditable… hay que huevear… sacarle el jugo a la condición”.
En sus últimas obras, aunque los personajes son los mismos de su obra histórica ha cambiado el tratamiento de la figura humana, cada vez más abstracto (pintar con la izquierda no le es fácil), pero sostiene que “el espécimen humano nunca cambia, por más que tenga bigotes es la misma vaina… el hombre es el error, pero también el milagro”.
Tras un recorrido más por la sala, Luigi salió a la calle, y se comió unas papas fritas, para aquietar el hambre. Luego volvió al montaje. La muestra se abrió ayer, estará hasta el 15 de enero.