En los pasillos del teatro universitario Chusig, sede del Festival Internacional de Artes Escénicas de Manta, el movimiento es vertiginoso. El corredor de ingreso, de 7 metros de ancho por 25 de largo, está lleno de gente inmersa en el teatro. Magareger Mendoza, actor y técnico en luces y sonido, ocupa su tiempo en limpiar dos taburetes, esos elementos forman parte de la escenografía de una nueva obra que será presentada, la próxima semana, por un grupo de Centroamérica.
Así como se renueva la utilería, los organizadores de la 23ª edición del festival apuntan a buscar nuevos públicos para este encuentro anual de las artes escénicas, que es ya una institución no solo en el país sino en la región.
Nixon García, director del grupo manabita La Trinchera y organizador del festival, este año también actuará. Hasta ayer ensayaba la obra ‘Una república análoga’, escrita por Arístides Vargas con la colaboración de Charo Francés y la participación de ocho actores de Argentina, Chile, España, México y Ecuador.
García está convencido de que el festival tiene su piel intacta pese a sus 23 años de vigencia. “Lo que buscamos ahora es integrar a los nuevos actores de Manta y Manabí; son los jóvenes que se han convertido en el grupo que a nuestro juicio es el de mayor proyección y peso, no solo en Ecuador sino en todo el mundo”.
Estos jóvenes participan activamente en la 23ª edición. Rubén Darío Romero y Edwin Javier Yosa, oriundos de Portoviejo, son dos de ellos. Ayer daban los últimos toques de pintura a dos calamares, de 2×2 metros elaborados en papel periódico, que se pasearán por la ciudad como parte de la comparsa que anualmente inaugura el festival
Mientras se afinan esos detalles, en el tablado del Chusig, Arístides Vargas mira atento los ensayos de ‘Una república análoga’, que encarna una de las nuevas propuestas del festival: unir a varios actores de distintos países, montar y presentar un trabajo limpio. “Es el nuevo teatro; nosotros lo hacemos ahora desde la propuesta escénica, otros lo harán con la danza o con el teatro callejero”, dice.
Vargas tiene su lectura sobre el festival de Manta. Estuvo en la primera función en 1987. Aún recuerda que el primer público era timorato, pero una vez transcurridos los primeros 10 años, a su juicio, ese público se convirtió en uno de los mejores del país; muy crítico.
Para Vargas, la segunda fase llegó con la consolidación y una especie de declive del festival. Ahora los organizadores le apuntan a la renovación del público, “todos sabemos que nadie es eterno y hay que ir cambiando, es para bien”, refiere.
La actriz argentina Vilma Rupolo está segura de que en el teatro opera la lógica del fútbol. “Tienen que estar los mejores actores en las obras, unir a gente de varios países en un solo trabajo parecía imposible, pero lo logramos”.
Guillermo Troncoso, director de teatro argentino, dice que la red de festivales de Latinoamérica empieza a innovar en propuestas. “En Manta empezamos algo que trascenderá y sobre todo va a unir al público y los actores”.
Esta edición requirió de una inversión sobre los USD 100 000. García asegura que sin la colaboración del Ministerio de Cultura, la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, las embajadas de España e Israel, empresarios de la localidad y el municipio de Manta sería imposible mantenerlo.