La presentación de la cantata Carmina Burana, dirigida por el maestro Johannes Dering, se vivió con casa llena. El concierto se realizó en la Casa de la Música el sábado y domingo pasados.
Antes de que iniciara el concierto, varias personas se agruparon en las afueras de las boleterías para intentar comprar una entrada, pero estas estaban agotadas desde el viernes.
El concierto comenzó con la interpretación de la Obertura Egmont de Beethoven, dirigida por Christopher Mina, seguida por la Danza Macabra de Camille Saint-Saëns, en la dirección de Patricio Jaramillo. Aunque las dos obras tuvieron la atención y los aplausos del público, este parecía esperar solamente a que arrivara el momento de inicio la importante cantata .
Finalmente llegó. Casi al mismo tiempo todos los coristas se pusieron de pie. Algunas notas se escapaban de los instrumentos. Algún violín o un oboe afinaban antes de empezar. La energía que emanaba el público y los músicos parecía estar a punto de estallar. Los aplausos dieron la bienvenida al director, que enseguida estuvo listo para empezar.
De repente, las potentes notas de I Fortuna Imperatrix Mundi, la pieza inicial de la cantata, sonaron.
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Con una majestuosa fuerza, músicos de varias instituciones interpretaron esta cantata, escrita hace 75 años. Entre los participantes estuvieron presentes la Orquesta Sinfónica Juvenil del Conservatorio Nacional de Música de Quito, el Coro Vivace, el Coro Mozarte, la Orquesta Filarmónica de Guayaquil, el Coro Voces Cantantes de Quito.
Mientras el concierto transcurría se podía ver en el rostro de varios aficionados el deleite causado por la actuación del ensamble. Algunos tarareaban; otros, con los ojos cerrados, movían su cabeza de un lado al otro al ritmo de la música, con expresión de disfrute.
Poco a poco, las últimas notas de la cantata fueron llegando a su fin y el silencio era lo único que se escuchaba en la sala de conciertos. De repente, un hombre se levantó de su asiento y gritó un “¡bravo!” sincero, mientras aplaudía con fuerza.
Poco a poco los aplausos se sintieron en toda la sala. La interpretación de los 400 músicos en escena arrancó ovaciones de pie de los asistentes.
Esta obra, escrita por Carl Orff, es considerada una importante pieza de la música clásica. Importantes coros y filarmónicas del mundo la han interpretado a lo largo de su existencia.