Como una incisión en la vena o como un volcán en erupción, así pueden llegar al lector los cuadros del pintor Diego Bravo. Las obras componen la muestra ‘Domingo tres de la tarde’, que esta noche se abre en el espacio Arte Actual, de la Flacso.
El trabajo en esta serie –cuenta Diego– empezó en el 2007, a partir de un archivo fotográfico, con imágenes de temática variada y que fue reuniendo desde sus años como estudiante de la Facultad de Artes, de la U. Central, en los 90. En el cambio de la foto a la pintura hay también un cambio de ritmos. Bravo comprende a la foto como una herramienta para su labor, una especie de boceto.
La selección de las imágenes se dio de forma aleatoria, pero con el fin de construir una poética del vértigo, una discursiva de la ansiedad. El nombre de la muestra, ‘Domingo tres de la tarde’, define una especie de chuchaqui existencial: la resaca en la proximidad a la rutina del día a día.
Tres aspectos sorprenden a quien mira la obra en los muros blancos de la galería: los juegos de luz, la impresión del movimiento y una atmósfera onírica. Está la huella del fotógrafo británico Eadweard Muybridge y de la pintura de Francis Bacon.
Bravo trabaja con la técnica de la veladura (pintar una capa y meses después pintar la siguiente, desde los tonos oscuros hasta los más claros). En las pinturas también hay esfumato: “la forma más clara de representar la realidad es la dispersión”, dice en referencia a esta técnica renacentista. Sus cuadros conllevan una reflexión sobre la temporalidad.
La pintura de Bravo además juega con las formas de los bastidores. Si bien la mayoría son rectangulares, hay también piezas circulares y ovoides; estas se funcionan como un ‘close up’ de la imagen. En cuanto al color, la paleta del artista es extensa, él -señala irónico- no se restringe a períodos.
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