‘Karanakuy’, un filme sobre solidaridad

‘Karanakuy’ se filmó durante tres días en Chimborazo, siguiendo normas de bioseguridad y distanciamiento físico.

‘Karanakuy’ se filmó durante tres días en Chimborazo, siguiendo normas de bioseguridad y distanciamiento físico.

‘Karanakuy’ se filmó durante tres días en Chimborazo, siguiendo normas de bioseguridad y distanciamiento físico. Foto: Cortesía

Karanakuy es una palabra kichwa que significa compartir, que también le da título al cortometraje documental de la ecuatoriana Paula Espinoza, quien actualmente reside en España. El filme, que muestra desde el cine una serie de prácticas positivas en tiempos de crisis, recibió una invitación para participar en el festival de cine de San Sebastián.

Esta invitación llegó a través del quinto concurso internacional Nespresso Talents, en el que ‘Karanakuy’ recibió el Premio del público.

La convocatoria de este año se realizó bajo la temática Círculos virtuosos, que impulsaba a filmar historias inspiradoras en las que la buena acción de un individuo, una empresa o de la comunidad, generen impactos positivos multiplicadores. En el certamen de este 2020 participaron 735 cineastas de 45 países.

La pandemia por el nuevo coronavirus sorprendió a Espinoza cuando se encontraba de visita en Ecuador. Tres semanas antes del cierre de la convocatoria, y con la idea de los círculos virtuosos en mente, se encontró con el proyecto de la Fundación Inti Daquilema.

Indagó sobre el tema y se puso en contacto con el joven indígena puruhá que lideraba una campaña para recolectar alimentos, que eran redistribuidos entre las familias afectadas por la pandemia. ‘Karanakuy’ se centra en esta labor humanitaria, en la que coexiste una idea más universal que tiene que ver con la solidaridad como una práctica cotidiana.

“Lo más importante era adaptarme a las normas del confinamiento”, dice. Después de una cuarentena preventiva, obtuvo un salvoconducto para poder desplazarse entre provincias y trabajar en el rodaje; durante tres días en Chimborazo. El equipo estuvo conformado por Espinoza, su padre Carlos Espinoza y el videógrafo Danny Guerra.

Cinco días antes de salir a filmar, se dedicó a revisar material que le sirvió de referencia para establecer el tipo de planos, color, estética y otros detalles narrativos. “Quería que sea un corto documental en el que, al ver las imágenes, el espectador pueda sentir la dureza de lo que está viviendo la gente en ese momento”.

Para reducir el riesgo de contacto entre el equipo de producción y los personajes, la directora prescindió de diálogos y grabación de sonido con micrófonos y optó por la narración fuera de cámara y la música como herramientas del diálogo. “El guion se fue estructurando durante los desplazamientos y el trabajo de Inti y los voluntarios”, explica.

“Las artes visuales son las herramientas más poderosas y preciosas para poder impulsar un cambio positivo, porque te pueden ayudar a ver verdades que pueden sentirse cercanas a través de la imagen”, asegura la cineasta.

A partir de la difusión se inició una campaña de recolección de fondos en el portal GoFundMe para apoyar el trabajo de la fundación. El objetivo es seguir difundiendo el corto en otros festivales y canales digitales.

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