La arquitectura verde es la estrella mediática de la construcción actual. Y todo arquitecto que se precie debe incluir en su currículo, de manera rápida y efectiva, algún proyecto de ese tipo so pena de que sus bonos caigan en picada.
Esta vertiente ecológica de la arquitectura ha significado, asimismo, el destape de sistemas ancestrales que solo eran practicados por un grupo de tozudos profesionales. Un destape positivo, de todas maneras, porque estos materiales son más sanos y amigables con el ambiente, el gran damnificado del desarrollo humano.
Paradójicamente, el otro ángulo de la arquitectura verde está delineado por la utilización masiva de la tecnología punta. Tal es la inmersión de esta en la construcción y el diseño actual que ha dado lugar a los edificios ‘inteligentes’.
Sin embargo, como afirma el experto Fernández Galiano, muchos de estos edificios inteligentes “suelen ser ambientalmente más que estúpidos, pues consumen energía ante cualquier leve cambio climático; cambio que podría ser subsanado abriendo o cerrando una ventana o el protector solar”.
Esta curiosa dicotomía solo tiene una culpable: la publicidad; esa diosa contemporánea maestra en vender gato por liebre. Y ante el aplauso general.