El músico argentino Claudio Durán, radicado en Ecuador desde hace cuatro décadas, falleció la noche del 5 de septiembre de 2020 a causa de un cáncer de tiroides. El guitarrista y compositor tenía 62 años. Foto Twitter Claudio Durán
La partida de Claudio Durán deja un vacío no solo en la música ecuatoriana. Era de esas personas que, con un nombre y un prestigio bien ganados en el país -y en su Argentina natal, amigo de los capos de allá-, mantenía una humildad sin límites. Era de esas personas en las que se podía confiar de inmediato; y él fue recíproco. Siempre se preocupaba por los demás. Era solidario y nunca dejaba de añadir el adjetivo “querido”, cuando saludaba o se despedía.
Budista, hindú, siempre estaba buscando ir más allá. Y lo mismo era con la música. Fue de los primeros que se animó en el país, a finales de los 80, a experimentar con las computadoras para su arte. También lo intentó con la literatura. Está por publicarse su novela Jamacoaque, cuyo primer borrador me entregó para leer.
No puedo decir que fui su amigo del alma, porque no sería real. Solamente había cariño cada vez que nos veíamos, mayormente en los asados que hacía los domingos un amigo cordobés en común, Mario Pautasso. Allí se fue formando, con el paso de los años y sin saberlo, el trío argentino Santa Entre Buenos, con Carlos Santamaría (de Entre Ríos), Alberto Caleris (de Santa Fe) y Claudio (Buenos Aires), de ahí el nombre Santa Entre Buenos. Y dieron varios recitales con la música del folclore de su país.
Era además, un gran contador de chistes, pero destacaba uno: el de los clavos Gutiérrez y la crucifixión de Jesús, que se lo pedíamos que la contara en cada reunión. Pero sobre todas sus virtudes, era un hombre íntegro: como productor musical pudo quedarse callado para obtener los valiosos contratos del Estado. No lo hizo. No soportaba ningún acto de corrupción, así fuese por dos dólares cincuenta. Era un hombre de principios.
El 2 de agosto fue la última conversación que mantuve con él. Estaba preocupado porque perdió la voz en marzo. “Ha sido porque tengo tumores en las tiroides. Me tienen que operar sí o sí”, me dijo. “Me punzaron para ver si tengo cáncer (…)”, me escribió por WhastApp.
Luego hablamos por teléfono y me dio ciertas recomendaciones para la salud. Como dijo Sandro -le recordé- “pasados los 50 se te vence la garantía” y a esta edad hablar de enfermedades comienza a tomar protagonismo. Nos reímos. Su voz estaba ronca y se notaba una tristeza de fondo. En ese momento, parecía que su preocupación estaba más enfocada en la imposibilidad de cantar, pero en cuanto a la vida, tenía optimismo.
“Es una operación relativamente sencilla porque la tiroides está prácticamente debajo de la piel. Si tienes cáncer, te sacan toda la tiroides y algunos ganglios si hace falta. El problema es que si te seccionan el nervio recurrente (el de las cuerdas) ya no puedes cantar más”, me dijo.
“Tengo el optimismo de que todo va a salir super bien”. Con estas palabras, y un sticker de las manos en oración, nos despedimos aquel día.
No volví a conversar con él sobre la evolución de su salud. Cuentan otros amigos que no quiso contar a nadie que el cáncer había sido grave y, a la postre, fulminante. Anoche, 5 de septiembre del 2020, con el diseñador Juan Lorenzo Barragán, comentábamos una foto suya con León Gieco. Y puso un ‘like’. Esa fue su despedida.