China tiene un programa para cerrar las plantas pequeñas de carbono y apoyar las extranjeras. Foto: AFP
El modelo de desarrollo de China puede poner en riesgo el cumplimiento de las metas fijadas en el Acuerdo de París. Este país, que actualmente es el mayor emisor de gases de efecto invernadero en el mundo, ha dado muestras de volcarse hacia las energías renovables en su territorio, pero está trasladando el problema a otros países aledaños.
Desde el año 1990 al 2015, el consumo anual de carbono de China escaló de 1,05 billones de toneladas a 3,97 billones. Más del 70% de la energía del país era generado de esta forma como parte de sus esfuerzos por crecer económicamente de una forma acelerada. Esto le trajo varias consecuencias ambientales, como su alto nivel de contaminación del aire y agua, lo que los llevó a cambiar sus políticas.
Las cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas muestran que China empezó a reducir el consumo de este mineral desde el 2014, cuando se observó una disminución del 2,9% y continuó en el 2016, cuando se registró una baja del 4,7% en su uso, en comparación con los años previos. Además, en el 2017 el Gobierno suspendió más de 103 proyectos que tenían una capacidad en conjunto de 120 gigavatios y ratificaron su compromiso de reducir las emisiones desde el 2030.
A pesar de estas políticas locales, siguiendo su iniciativa de The Belt and Road Initiative (BRI), o la Franja y la Ruta en español, las empresas de este país apoyarán la construcción de nuevas plantas a carbón en Asia y el Mediterráneo. Esta propuesta del país asiático busca fomentar el desarrollo y el comercio en una zona que agrupa a alrededor de 70 países y representa a la mitad de la población mundial.
El plan de desarrollo contempla la financiación y construcción de puentes, carreteras y parques industriales en los países aledaños con más necesidades y la idea es después continuar la expansión a otros continentes.
Un estudio de la organización Global Environmental Institute revela que hasta finales del año 2016, China estaba involucrada en 240 plantas de carbón, ubicadas en 25 de los 65 países pertenecientes a la iniciativa de la Franja y la Ruta. En conjunto estos tienen una capacidad de 251,054 MW.
Luis Maisincho, investigador de la Universidad Regional Amazónica Ikiam y del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), explica que el principal problema de estas plantas es que, al quemar carbón o cualquier combustible fósil, se liberan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) al ambiente. Estas plantas son menos eficientes que las de gas natural, dice el investigador, pero las continúan utilizando porque su construcción y operación implica menos costos.
Un estudio de CoalSwarm, una red de investigadores de combustibles fósiles y energía alternativa, estima que las empresas chinas están involucradas en la construcción, financiamiento o son propietarias de alrededor del 16% de todas las plantas de carbón para generar energía, que están en desarrollo fuera de China. Desde el 2000, el 80% de las inversiones para la generación de energía en el extranjero se ha destinado a combustibles fósiles.
Al continuar con el financiamiento y creación de estas infraestructuras en el exterior, China bajará sus niveles, pero el planeta continuará sufriendo las mismas consecuencias. “Solo se está desplazando el problema”, dice Maisincho.
Uno de los principales puntos para el cumplimiento del Acuerdo de París es la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), para evitar que la temperatura mundial aumente más de 1,5 grados centígrados, que se ha establecido como meta, los países deberían dejar de utilizar el carbón hasta el año 2040. Actualmente, la temperatura del planeta ya ha aumentado en un grado centígrado, en comparación con los niveles preindustriales. Las intenciones de China amenazan el alcance de este objetivo.
Japón y Corea del Sur también están invirtiendo en combustibles fósiles. De acuerdo con el estudio de CoalSwarm, Japón es el segundo país que más invierte en estas plantas, después de China. Se estima que ha destinado USD 10 billones desde el 2013 hasta el 2016.