Eduardo Arízaga es un investigador ecuatoriano que ha trabajado en la comprensión del funcionamiento cerebral. Foto: Cortesía
Si algo tienen en común Google y el cerebro humano es su forma de indexar la información. Los estudios desarrollados en esta área han demostrado que este órgano es capaz de dividir recuerdos, experiencias y demás en pequeños fragmentos de información, que son traídos al presente gracias a una compleja sistematización.
En Ecuador, Eduardo Arízaga, investigador y catedrático de la Universidad San Francisco de Quito, ha realizado varios estudios sobre el tema. Su investigación se enfoca en cómo este órgano busca la información necesaria para siempre tener respuestas.
El científico explica que el cerebro, al actuar como un motor de búsqueda, puede encontrar palabras, ideas y respuestas en distintos sitios de su corteza. Además, tiene la capacidad de priorizar la indagación.
Las respuestas obtenidas van a depender de lo aprendido y guardado previamente, y también de la cantidad de sitios a los que el cerebro recurre para encontrar esos datos.
Esa es la clave: la información requerida no está en un solo lugar, sino en varias regiones de la denominada corteza de asociación terciaria. Ahí están guardadas las memorias en sus distintas formas.
Por ejemplo, hay una memoria que puede ser evocada por una nota musical, otra por la imagen de una persona y una tercera por un sentimiento desencadenado a partir de una experiencia.
La investigación puede ayudar, en el largo plazo, a identificar qué tipos de memoria no se recuperan. Esto permitiría detectar a qué áreas está ligado el alzhéimer, por ejemplo. De igual manera, se podrían crear pruebas para realizar un diagnóstico que ayude a determinar por qué el cerebro guarda información innecesaria que no está ligada a aspectos fundamentales, como las emociones, y prioriza otras. Esto mostraría un desorden cognitivo.
Este estudio también sirve para establecer cómo los circuitos neuronales entre las distintas partes del cerebro interactúan para almacenar y reproducir recuerdos.
En realidad, el cerebro usa varios mecanismos y sitios para guardar la información Así se asegura de mantener los recuerdos de un tema que consideramos importante y que podría ser útil luego.
Pero para encontrarlos y juntarlos, el cerebro requiere actuar como un motor de búsqueda. En este proceso, prioriza un recuerdo que incluye emociones, ya que será más importante y fácil de recordar que un texto simple. Por eso en el área educativa, por ejemplo, se enseña que es vital graficar lo que se imparte y emocionar a quienes aprenden. Eso será garantía de que se preserve el nuevo conocimiento.
Una muestra de este proceso son los recuerdos que se tienen de las mascotas. La imagen sola del animal va a estar guardada en el área visual del cerebro. El recuerdo de su ladrido estará en el área auditiva. La memoria del perro jugando se guardará en el área occipital. Un dibujo hecho con mano propia del mismo se ubicará en el lóbulo temporal, el área de las emociones.
Si las experiencias visual, auditiva, sensorial y emocional tienen un contenido profundo y abstracto, se van a guardar ten el lóbulo frontal, que rige lo abstracto, y desde donde se puede obtener una enseñanza que nos dejó la mascota.
Pero el motor cerebral necesita guías para desatar la búsqueda. Serán palabras, olores, sabores y sensaciones claves. Es lo mismo que hacemos en Internet: ponemos un término en el buscador y obtenemos datos de sitios de los que el sistema extrae información.
En el cerebro, la indagación va a tomar en cuenta búsquedas anteriores y las va a preferir y priorizar si se las ha requerido constantemente. Por eso se olvidan las cosas que no se evocan frecuentemente.
Un estudio presentado a medidos de este año refuerza esta manera de entender el cerebro humano. El Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de Estados Unidos publicó una extensa investigación sobre cómo funcionan las redes neuronales.
Mediante pruebas de palabras mostradas a los pacientes, los investigadores determinaron que el cerebro se asemeja a un aeropuerto. En los pasillos principales están los términos más usados y a ellos se unen otros de menor frecuencia en el vocabulario de la persona.
Con base en esto, los investigadores pueden partir de esas palabras más usadas para traer recuerdos al presente. En ese sentido, al igual que en Google, la persona debe identificar los términos claves para ubicar información precisa. Así, por ejemplo, sería más fácil usar la palabra ‘cucharón’ en lugar de ‘cacillo’, para evocar mentalmente al utensilio de cocina.