Bisutería asegura la educación de cuarenta niños de La Calera

Las mujeres de la comuna kichwa impulsan el proyecto Pacha Calera, enfocado en collares y aretes. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO.

Las mujeres de la comuna kichwa impulsan el proyecto Pacha Calera, enfocado en collares y aretes. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO.

Las mujeres de la comuna kichwa impulsan el proyecto Pacha Calera, enfocado en collares y aretes. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO.

Con piezas redondas de tagua teñidas de amarillo, verde, fucsia, considerados colores de invierno, cinco mujeres kichwas de la comunidad La Calera, en Imbabura, confeccionan las últimas creaciones en collares, pulseras y aretes.

La incursión en la joyería natural no solo les permite a estas emprendedoras obtener recursos económicos para sus hogares, sino también apoyar a la educación de 40 chicos de esta parcialidad indígena.

Esta iniciativa empezó hace nueve años, cuando dos francesas, Aga y Elodie, arribaron a esta comuna rural para realizar un trabajo de voluntariado.

Durante las cuatro semanas de estancia impulsaron la creación de organizaciones de niños y de mujeres, recuerda Susana Fueres, líder de la Asociación Artesanal Pacha Calera.

Elodie, una experta en marketing, fue más allá y les propuso confeccionar bisutería con el marfil vegetal, por lo que creó la firma Nodova. En su página web menciona que es el resultado de viajes a Ecuador y reuniones con mujeres y niños de este poblado de Cotacachi.

Previamente, 19 mujeres, que inicialmente estuvieron en la organización, se capacitaron en la producción de estos objetos de adorno.

Pero, antes del año de vida de la agrupación, la mayoría de damas abandonó el proyecto porque no obtuvieron los ingresos que esperaban. Luego quedaron siete y finalmente cinco, que siguen con el proyecto productivo.

En diciembre y junio, las francesas llegan para definir los colores y las formas de las nuevas colecciones. Una vez que las productoras y clientes llegan a un acuerdo se imprime un catálogo, que sirve para indicar modelos y precios a los consumidores europeos.

El próximo mes deben realizar un nuevo envío de estas joyas. Es por eso que el grupo de kichwas trabaja, por esta temporada, todos los días para atender el pedido de 2 500 collares, 1 000 pulseras y 1 000 aretes, explica Luz María Arias, otra de las socias.

El lunes último cortaban y cosían unas fundas de lienzo en las que empacan la bisutería. Todo es coordinado. María Virginia Guamán, integrante de Pacha Calera, con la cinta métrica colgada en el cuello se encargaba de medir y cortar los moldes de los bolsos.

Una de las metas de la asociación es tener un local propio para trabajar. Por lo pronto, adquirieron un terreno de 1 500 m2, para levantar el taller para las socias. Hasta tanto, en la casa de Susana Chiza se acondicionó el obraje.

Lo que más motiva a estas damas indígenas es la ayuda que ofrecen a los chicos que cursan la educación básica y el bachillerato. Por eso, cada septiembre, con el inicio de clases en el régimen Sierra se reúnen con autoridades del cabildo para definir la lista de beneficiarios. Cada estudiante recibe USD 116,25, al año. No solo hay que tener la necesidad económica, sino ser buen estudiante.

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